Diario de León

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Al llegar a casa me palpé los bolsillos y advertí que me había dejado el móvil. Dudé si ir a por él en ese momento o dejarlo para la tarde, pues íbamos ya a comer. No soy de pulgares hiperactivos, ni de a quienes el teléfono les suena a todas horas. Pero la distancia desde mi calle hasta el chalé municipal de Padre Isla no es un tramo del Camino de Santiago. A paso ligero me lleva 20 minutos, ida y vuelta. Le dije a mi mujer: «Mejor voy ahora, no vaya a llamarme Cervantes». Y fui. Enseguida, una vez en mis manos, comprobé las llamadas perdidas y no me había llamado nadie. Ni un mensaje whatsapp o un sms, ni siquiera spam. ¿Estoy solo en el universo? De regreso, pensé que si me secuestraban los venusianos, toco madera, hasta un siglo después no habría nadie -salvo mi mujer- que percibiese mi ausencia. «¿Oye, aquel del flequillo sigue escribiendo esas columnitas suyas?», quizá preguntaría Guzmán el bueno.

Ya en casa, lo dejé en su sitio y comimos. Pero esta liviana historia tiene su epílogo. El sábado, me encontraba haciendo tareas domésticas y el móvil se me cayó al interior del cubo de la fregona. Zafarrancho, alarma, Huston tenemos un problema… Rápidamente, lo sepulté en un plato de arroz. La anterior vez, me resultó. ¿Por qué los móviles no vienen de fábrica sabiendo bucear? Kaput. Descansa en paz, gracias por los servicios prestados. Reconozco que ser el móvil de Paquirrín es más entretenido. Si llegó a saber que te aburrías tanto salpico mis conversaciones con chistes. El arroz falló e intentar contigo el boca a boca me pareció excesivo.

¿Perdido por tres días sin móvil? Ni hablar. Esta vez no saqué el tam-tam del arcón, ni recurrí a una paloma, no hice un curso acelerado de mecanografiar con humo, tampoco un curso online de telepatía. Porque, ¿sabes, caro lector?, como hablarse en carne y hueso no hay nada… Salvo que seas un ectoplasma, claro.

El domingo por la noche, Marta suspiró: «Menudo fin de semana, menos mal que termina». Con estoicismo contesté: «Bueno, era solo un móvil». Y ella me contestó con flema leonesa: «No, si lo digo porque perdieron el Barça y la Cultural». Ah, la vida. ¿No es misterioso su sonido? A veces, swing. A veces, blues. A veces, maravilloso silencio.

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