Diario de León

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Un día eres joven; y, el siguiente, te sorprende obstinado en dar con la suerte que envuelve la fecha de nacimiento del guaje mayor; del gol de Marcelino; del último beso, que siempre es el mejor, el más vehemente. La combinación ya es de por sí un síntoma de que el futuro va a ser menos halagüeño que el pasado. En cinco días, la realidad habrá esnifado las expectativas. Hay más probabilidades de estazarse al volante mientras escribes en el móvil de que los tiples hagan coincidir cinco números con el rescate vital que se espera para cerrar el año; que Clooney te ponga perdido de café el corpiño del abrigo; que la policía advierta de que está prohibida la doble fila a la puerta de Tiffany, donde espera Audrey, impaciente. Más fácil que me toques tú que la lotería. Y, sin embargo, se calienta el pozo del capricho mientras caen billetes a la máquina del millón. En medio del fondo negro, de la negra oscuridad, todo al rojo. Como León hoy. En diciembre, a los antojos les sobran pretextos. Se llama lotería por la razón que la ensaladilla adoptó el apellido de la ruleta rusa; sin control sanitario, en una de cada seis raciones, salmonella. La lotería salió de los borradores que descartaron los creadores del cuento de la lechera, que como principio de ilusión es un fraude a la altura de los postulados maoístas. Lo bueno serían premios directos al paraíso, sin dinero de por medio; dormir con quien sueñas, o estar con quien quieres, por ejemplo, en vez de los quinientos mil euros en mano. Ya se daría modo y maña el Estado para gravar la felicidad, igual que rasca el código de barras de los boletos, que justifica como impuesto justo a la pobreza de quien le sobra la pasta para quemarla al azar. Con la lotería no aciertas, simplemente, porque las cosas dejan de tener valor en cuanto se piden. Un número fetiche de la edición que expira el domingo, calca el código postal del municipio del que es oriunda la familia paterna de Pablo Casado; lo vende un entrañable barín del centro de León y hasta los barones —y varonazos— socialistas leoneses han hecho cola por un décimo. La suerte del líder del PP atiza la demanda; ahora, que a Rajoy se le echa de menos por la única razón que se echa de menos a una persona: cuando te das cuenta de que no hay nadie como ella.

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