Diario de León

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Ojalá esta primavera que sube como nunca los calores fuera capaz también de subir los colores a quien ha olvidado lo que es la vergüenza, la torera o la que te impone el cargo, al menos la personal e íntima. Ojalá el bochorno no nos asolara de la temperatura a la regata, del Estado a la chulería del que se siente intocable y hace ostentación de una indolencia hacia todo lo que le rodea e importa a los demás que evidencia un egoísmo intolerable en quien sigue siendo cosa pública, mal que nos pese. Inadmisible el show del monarca que fue. Lástima que el descaro en cavar su propia tumba pueda llevarse por delante el esfuerzo de los herederos.

Si había que volver, aunque fuera de paseo, lo ético y lo estético, lo que corresponde al papel que representa, hubiera sido organizar una estrategia (de difícil argumentario siempre) marcada por el Gobierno y la Casa Real. Una breve muestra de retorno al redil, aunque ya nadie crea las disculpas, que respaldase el papel de la monarquía en el país e indujese a adivinar un respeto a las instituciones y a los ciudadanos que representan, que está claro que el campechano sigue pasándose por el forro.

Juan Carlos dilapidó hace tiempo el bagaje acumulado durante años muy difíciles para el país, tiempo en el que se le midió por su sentido de Estado, que no por sus andanzas personales e inviolables. Hoy es el ciudadano (todavía intocable en la práctica, de momento) que vive fuera del país para no rendir cuentas del origen de sus estupendas ganancias ni pagar por ellas al erario público. El que se va para eludir a la justicia y reaparece para ir de regatas.

El emérito puede echarse al mar cuando le plazca, en la intimidad de su nueva vida. Pero a qué tanta ceremonia impostada. No lo siente. Y volverá a ocurrir. Una y otra vez. Con la soberbia (innecesaria) del nuevo rico, y la herencia rancia de quien sigue convencido de que le asisten privilegios que todo lo perdonan, y por cuyos abusos nunca tendrá que rendir cuentas.

Juan Carlos no ha entendido nada de lo ocurrido. O quizá, y aún peor, le importa un bledo el país y sus gentes, lo que piensen los demás y los resultados de sus actos. El ex rey ha borrado todo lo que estaba llamado a guardarle un papel en la historia para dejarle en un lamentable personaje de bodevil.

¿A quién representa hoy el emérito? Es más, ¿sigue siendo en verdad emérito?

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