Diario de León

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Conmueve aún hoy la figura adelantada y esforzada del maestrescuela que hace más de un siglo celebraba ya en los pueblos un Día del Árbol arreando a los guajes al campo para plantar algunos. Siendo entonces la leña uno de los combustibles básicos y material de construcción, la pérdida forestal era ya grave y la imagen (más lírica que aproximada) de la ardilla cruzando de Gijón a Algeciras sin tocar suelo agitaba el sueño de reconquistar la España boscosa, que lo fue una vez, si no fuera que la codicia cerealista se ayudó del hacha y del fuego haciendo páramo las mesetas y el sur, lugares arbolados pobladísimos de ciervos y caza cuando llegó Roma con sus ingenierías, calzadas y otro vivir aprisa.

Acabo de ver un documental con la alternativa forestal que se plantea el estado alemán de Mecklemburgo-Pomerania. Talaban gran trozo de un bosque de espléndidos abetos (parecía salvajada) plantando en su lugar roble y otros árboles autóctonos para encarar mejor la zurra climática que se viene con nuevos sofocos hídricos y condiciones adversas. Lo tienen investigado y se han puesto manos a la obra. Diversificar es la única alternativa. Y me preguntaba si nuestras investigaciones forestales -¿las hay?- explorarán también esa senda y si no cabría hacer algo parecido en los pinares con que repoblaron buena parte de esta península, pura dictadura en surco de ¡tente en fila! borrando el encinar o robledal antiguo. Y otro tanto cabe en la obsesiva chopera que mató las originarias saucedas, alamedas y alisedas de estos sotos robando así su diversidad forestal y al río su propio cauce, es decir, empobreciendo y jugándoselo todo a una sola carta.

Diversificar. Si se le deja a la naturaleza, ella solita sabe hacerlo, pero corregir tanto error como hemos perpetrado se lo pone difícil y a muyyyy largo plazo. Ayudémosla. Y que la vieja obligación de plantar un árbol se quede corta. Que sean cien árboles o, si no, cien bellotas o mil semillas que iremos enterrando por ahí para que mañana los biznietos tengan algo de sombra en su andar bajo soles de plomo derretido.

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