Cuarenta años

Al margen | Pedro calvo

A algo importante se está moviendo en el mundo de la izquierda abertzale a pesar de que el Gobierno español, el vasco y otras fuerzas políticas intentan disimularlo, seguramente porque tienen un recuerdo nefasto de la derivación posterior al último intento de negociación con ETA. El resultado de las consultas efectuadas en poblaciones y barrios de Euskadi y Navarra revela que la mayoría de las gentes de ese mundo está harta de la trampa de la violencia y además muestra su convicción de que la llamada lucha armada es el peor instrumento para la consecución de sus fines políticos, fundamentalmente la territorialidad y el independentismo. Es notable que al cabo de años y años parece que caen en la cuenta de lo que muchos de los demás les venimos repitiendo durante todos esos años y años. Es decir, que cualquier proyecto político es legítimo siempre que respete sin fisuras el sistema democrático y repudie el terrorismo o la violencia, que el nombre da lo mismo en este caso.

La vía pacífica es la única para ellos y también para el conjunto de los españoles. Pero cuidado con la tentación de intentar cerrar el paso a esa vía, porque entonces demostraríamos que era falso todo lo que decíamos sobre eso de que la Constitución permite todos los proyectos por la vía pacífica y democrática. Estaría bueno que ahora, si se confirma esto que intentan los moderados abertzales, se les cortara el paso: sería tanto como incitarles a seguir por los caminos de los últimos cuarenta años, pues deducirían que no existe ningún camino distinto a la violencia, lo cual sería catastrófico. Creo que lo prudente sería que nos fuésemos preparando para asistir con prudencia y sosiego a este cambio que se atisba. Nos jugamos con ello nada menos que la solución a un conflicto o a un grave problema que nos aflige desde hace muchas décadas.