Diario de León
León

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Ya es hora de darle actualidad al saluda que preside la entrada a León por la transitada N-601. A la espadaña se le paró el reloj a las diez de la noche del 27 de mayo del 2007; y así sigue. A la espera de un rescate. Se toman medidas del soporte publicitario para dar una versión de la realidad: «Bienvenidos a León. Les vamos a hincar el diente». De puertas adentro, al visitante le espera un ejército de recaudadores animado para dar cuenta de la buena voluntad del forastero que comparte así con el lugareño las consecuencias de la fiebre recaudadora que asola el lugar. Hay un ejército pertrechado con libreta y bolígrafo, dispuesto a dar liquidez a las arcas en las que habitan las arañas. La frecuencia con la que se recurre a este clavo, a esta herencia del diezmo medieval, arrastra en los últimos años la consideración de ciudad acogedora al límite del destierro. Hay caña porque faltan billetes. Y hay vicios costosos. Y la dolce vita es cara. Foráneos y vecinos tienen una hora del día para palparse la chaqueta y sentir que los han tacado. Los hogares de León han hecho suya la célebre frase del capitán Furilo en la no menos célebre Canción Triste de Hill Street, cuando arengaba a sus hombres de los peligros de la calle con un alentador «tengan cuidado ahí fuera». Y, a la par, se le recuerda al padre de familia, o a la madre, o al que se gana el pan con el sudor de su frente, que la principal mención del trabajo es dar sustento a los suyos, y no tanto infringir la ley y cargar a sus espaldas un gasto que le es ajeno. Contribuye a este proceso el turista, que busca monumentos, y el contribuyente, que busca la ventanilla que le toca en León por condición de capitalidad de un territorio. Ya no queda sector al que tocar la cartera. Los últimos en caer, un colectivo de transportistas, vinculados con la mayor empresa de distribución de alimentos, de eso que se ha dado en llamar logística, y a los que han empapelado en acto de servicio por un quítame allá ese chaflán que pega al supermercado. La ocurrencia, amén de un castigo para los currantes a los que les han ventilado hasta puntos del carné, es el mejor reclamo para posibles inversores. Al que arriesga capital para crear empleo en esta tierra se le paga con una dentellada del libreto de las multas. Esta era la parte del talante que no se explicó cuando Zapatero se vistió de profeta y en la explanada de la Junta anunció que a los leoneses les había nacido el salvador.

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