Diario de León
León

Creado:

Actualizado:

Ahora que se ha descubierto que Botines fue el homenaje de Gaudí a la cueva de Luis Candelas, aparecen los perdedores. Se anuncian por miles. Trabajadores, pequeños empresarios a los que venció el crédito que no pudo ser tan blando como el de Santos Llamas, ahorradores que confiaron las perras a una hipoteca por el doble del valor del piso, que lo han perdido todo y todavía les queda menos... Resignados todos a engrosar parte de la cola que trepa por Ramón y Cajal a primeros de mes, cuando la oficina del Inem se convierte en la mayor empresa de la provincia.

Llueve la ciudad. Lenta y lacónica, como si se lamiera la cáscara que se le empieza a desconchar al otoño. Caminan los paisanos con las manos en los bolsos, la cabeza gacha, la mirada en el adoquinado que vuelve a levantarse para dar muestra de que nunca hubo aquí arena de playa. Y siempre van por debajo de los aleros los que tienen paraguas.

A la intemperie quedan los que están condenados a mojarse por no contar con una cobija política. Una balsa como la que se ha construido Francisco Fernández con los 554.000 euros de su cese/prejubilación encubierta. Una pelliza como la que se calza Isabel Carrasco con los más de 150.000 euros anuales que suma por sentarse en cada uno de sus doce cargos remunerados, que como tenga que incluirlos en una tarjeta de presentación va a necesitar el consejo de la duquesa de Alba. Pero fuera de estos aleros la lluvia cae fina sobre la provincia. Cala poco a poco sin que haya remisión, con esa mansedumbre silente que ofrecen las piedras.

Repiquetean los ERE con nombres que mañana serán lo que hoy eran los de ayer: el rastro cárdeno que deja el moho envejecido sobre las peñas. Elementos vencidos por el peso de una estructura que se levantó con los ahorros de quienes ahora descubren que las cuentas de quienes mandan no son corrientes, que los empresarios que han tenido mando logran créditos con interés propio, que los directivos hacen de las pérdidas sus ganancias, que los sindicalistas admiradores de Robert de Niro en Casino consiguen poner los zapatos de serpiente encima de la mesa del consejo... Que a la ardilla se la comió el toro y que el toro era un cabestro... Que en esta fábula de la que fuera Caja León, luego España, más tarde Duero y ahora banco, la moraleja la representa el cuco.

tracking