Diario de León

Publicado por
HÉCTOR-LUIS SUÁREZ PÉREZ PROFESOR DEL CONSERVATORIO CRISTÓBAL HALFFTER DE pONFERRADA
Ponferrada

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En nuestras tierras leonesas del noroeste ibérico, al menos desde «tiempos de los romanos» —que coloquialmente dirían nuestros mayores, existe consciencia de la costumbre de blasonar telas dispuestas en mástiles, tal y como ocurriera en tantos otros lugares de nuestro Planeta. Así, quizá comenzamos los leoneses a familiarizarnos con esta clase de utensilios gracias los legionarios imperiales que lucían sus vexilla , con carácter de signum, divisa o insignia, siguiendo una funcionalidad a la par identificadora e identitaria de sus portadores o de los grupos humanos a los que corresponde, en aquel caso, de índole militar. La Edad Media configuró también para nuestro Reino Leonés la denominación de algunos de estos aparejos, que comenzaron a ser muy prolíficos, rebautizándolos, ya en lengua romance, como pendones, estandartes y banderas, entre otras nominaciones y atendiendo a sus tamaños mayor y menores, respectivamente. En los últimos periodos del medioevo surgen las cofradías de todo género y sus manifestaciones públicas de fe y resto de actos fuera de los templos comienzan a ser habituales ente la población. Estas asociaciones de fieles, para estos y otros fines, adoptaron todo tipo de elementos identificativos, entre los que se hallan los aludidos, utilizando para ello idénticos términos a los que hasta entonces habían sido empleados en los ámbitos real, aristocrático, militar, o en el civil.

Así, a través de la documentación relativa a las cofradías conservada, y en especial en la fechada a partir de siglo XV, en los contenidos de muchas de sus « reglas» con relativa frecuencia se cita o indica la presencia de banderas, estandartes o pendones propiedad de dichas asociaciones, estableciéndose asimismo todo tipo de detalles sobre su uso. En el plano iconográfico varios son los cuadros, grabados o las aleluyas y dibujos descriptivos de procesiones conservados. Es el caso de algunos relativos a los siglos barrocos y a procesiones como las del Corpus en Sevilla o Barcelona. Unas realistas estampas donde se aprecia la presencia de todo tipo de ejemplos de las aludidas modalidades de pendones, estandartes o banderas, asociadas a cofradías y hermandades.

En relación al uso de las banderas de dimensiones considerables, casi pendonetas, la liturgia en relación con la Semana Santa hasta tiempos del Concilio Vaticano II ha contemplado la ceremonia conocida como Vexilla Regis . Durante la misma se cantaba el himno gregoriano de idéntico nombre, mientras un enorme ejemplar de bandera negra con una cruz roja, se blande en reglados movimientos sobre el altar mayor y posteriormente también sobre algunos canónigos. Esta ceremonia, antaño también realizada en la Catedral leonesa fue conocida hasta el siglo XX en la de Sevilla como de La Seña . Todavía se mantiene en América en las de Lima o Quito.

Pero, además de las pistas que como vestigio histórico nos aportan los ejemplos citados, en la actualidad y en concreto en lo relativo a las asociaciones, hermandades y cofradías de carácter eucarístico, la presencia más significativa de elementos o expresiones identificativas del género textil que nos ocupa, quizá la misma se asocia a los diferentes grupos o secciones de la decimonónica y universal Adoración Nocturna. Sus blancas banderas, corresponden a cualquiera de las numerosas secciones o diócesis, tanto españolas como de otros países, y presentan bordado el nombre de cada una y su año de fundación, además de la insignia o anagrama de esta asociación de fieles consistente en una custodia con la Sagrada Hostia radiante.

El recoleto pendón o pendoneta eucarística que, en este año y conmemoración, recupera la Cofradía del Santísimo Sacramento de Minerva y la Santa Vera-Cruz para su patrimonio material, constituye un buen ejemplo de acertado proceder y puesta en valor de un efecto y tradición lamentablemente perdidos en el seno cofrade capitalino durante el siglo XX. En León, salvo esta iniciativa de parte de Minerva, la presencia de esta costumbre y tipo de insignias es más que escasa en relación a realidades pretéritas. Una tradición, por otra parte, parcialmente mantenida durante la Semana Santa en lo que a las banderas de los pasos corresponde, también por esta cofradía así como por las otras dos más antiguas de la ciudad, además de por alguna otra honrosísima excepción histórica entre las que se hallan las banderas de la citada Adoración Nocturna local, la antiquísima Tercera Orden Franciscana Seglar y la pendoneta-bandera de la cofradía Hermana de Angustias, para más modernamente completarse con la bandera de la Banda de Jesús Divino Obrero o el recientísimo pendón del Silencio, así como algunas banderas también readoptadas por cofradías de reciente creación.

La recuperación de la tradición a través del nuevo pendón o pendoneta eucarística de Minerva constituye un hito a emular por otras asociaciones homólogas. En primer lugar, por lo acertado de la elección de sus dimensiones y diseño, que glosan el Milagroso Pendón de Baeza, conservado en San Isidoro, y que entroncan la leonesa tradición «pendonera» en un seno cofrade de entornos urbanos y, por tanto, demandante de dimensiones más reducidas. Y en segundo, por su claro vínculo con lo manifestado en el ámbito litúrgico eucarístico en relación a las banderas de la Adoración Nocturna.

Esta enseña permitirá subrayar y distinguir de modo aún más solemne la longeva presencia de nuestra Cofradía acompañando el Santísimo, retomando con ello alguno de los cánones de la tradición procesional que constituyen el más marcado patrimonio inmaterial cofrade asociado a este tipo de manifestaciones de la religiosidad popular. Ahora, tras bendecirlo, como antaño solo nos restaría el buscar alguna figura distinguida, digna de ostentar la figura honorífica del «Alférez Mayor de la Cofradía» para su porta y así designar al elegido oficialmente en nuestros libros.

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