Diario de León

CRÓNICAS BERCIANAS

Silencioso clamor

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León

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C uenta la leyenda que San Genadio detestaba el murmullo de los cánticos y las oraciones del monasterio (Tal vez era un puñetero maniático). Tanto, que decidió retirarse a la gruta que cualquier turista de la bella Peñalba puede descubrir hoy a pie por una senda de unos dos o tres kilómetros a través de la garganta verde del valle del Silencio. Según la leyenda, fue el eremita quien convirtió en mudo el paraje cuando sus preces se vieron interrumpidas por el ruido de las aguas de un río próximo. El santo le gritó: «Cállate». Y milagrosamente el cauce se recogió sumiso bajo las piedras.

San Genadio bautiza hoy una de las obras sociales más relevantes de Ponferrada, el Hogar del transeúnte y el comedor social, que abrazan a diario cada vez a más decenas de menesterosos en la vieja calle del Paraisín. Y lo hace desde hace mucho tiempo —su comedor no tanto— con un espíritu de sacrificio callado que identifica tanto a sus rectores como a los voluntarios que regalan su tiempo y sus manos para ofrecer un plato de caldo caliente o un almohada a personas que de otro modo apenas si podrían subsistir.

Tal vez porque su misión no aparece con balances grandilocuentes en los medios, ni con promociones de resonancia para captar recursos, una de sus cabezas visibles, el rector de la basílica, Antolín de Cela, agradecía la semana pasada a este periódico la entrega de su premio anual a los Valores Humanos en León. Según comentó brillantemente, porque este medio había sabido «leer la realidad de los que lo pasan mal a la vuelta de la esquina de su oficina».

Sin intención de devolverle la lisonja, ese es precisamente uno de los pilares del impagable trabajo de los integrantes de la comunidad del hogar y del comedor social, haber sabido interpretar la premura de los más próximos, haber logrado ver entre las primeras filas del gran bosque de los desamparados del orbe, a quienes lo pasan mal a dos palmos de narices. Como por contraposición —sin afán de demagogia— a esas estruendosas expediciones de oenesgés, a veces refugio de pijosprogres, que buscan su redención personal en el Cuerno de África, mientras que cuando cruzan la avenida de España o Las Ramblas pasan ciegos frente a los mendigos, absortos en sus iphone de última generación. Todo en medio de una discreción y de un silencio que subliman el clamor de su éxito.

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