Diario de León
Publicado por
JOSÉ A. BALBOA DE PAZ
León

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Como siempre, no he tenido suerte en la lotería; pero el mundo, pese al exoterismo catastrofista maya, no se ha acabado. Todo ha sido una farsa para ilusos de los que se han aprovechado los pillos. Dicen los expertos en historia americana que lo ocurrido el pasado viernes sólo fue el fin de un ciclo y el comienzo de una nueva era, como fue la era de Acuario hace algunos años. Son las viejas teorías sobre el eterno retorno, quizá porque no nos conformamos con el tiempo presente, con el que nos ha tocado vivir y lidiar, lo que, al menos, es algo; pero al que tampoco queremos o podemos cambiar, porque ya nos hemos resignado; sólo nos indignamos, que es la forma como acepta el sistema nuestras protestas. Esperamos, como los fabianos ingleses, que un día por arte de magia nos encontremos con un mundo mejor, viendo pasar frente a la puerta de nuestras casas el cadáver de nuestros enemigos. Mientras tanto aumenta la pobreza, se suceden los desahucios, crece el paro.

En la tradición judeocristiana, en la que no se existe el eterno retorno, ha habido también un pensamiento apocalíptico, el milenarismo, nacido de una interpretación sesgada del libro de san Juan: un reino terrenal que tras la parusía abarcaría mil años de historia humana feliz. El milenarismo, presente en los primeros tres siglos de la Iglesia, contó posteriormente con teóricos como Joaquín de Fiori en el siglo XII, impulsor los de los fraticelli italianos, Tomás Münster en el XVI, que animó el movimiento anabaptista alemán; y con profetas y visionarios como Nostradamus en ese mismo siglo. La secularización de este pensamiento por el anarquismo y el socialismo ya sabemos en dónde acabó en los siglos XIX y XX. Todavía algunos defienden ese mundo feliz, cuyas consecuencias nefastas describieron Huxley y Orwell, y sobre todo vimos en los lager alemanes y en los gulag soviéticos.

Para los occidentales que nos sentimos herederos de la tradición judeocristiana, el tiempo es lineal, la Historia -el tiempo histórico- no es cíclica sino un todo continuo que construimos y hacemos los hombres, bajo la acción de la Providencia, con nuestras acciones, y que de éstas dependen el que mejoremos o no colectiva y personalmente todos, con libertad e igualdad. Lo cíclico son los años, con sus meses y estaciones, que para los cristianos se desenvuelven en un tiempo sagrado y otro profano, en un tiempo de trabajo y otro de fiesta. Para nosotros el año comienza ahora, tiempo en que todos retornan a casa para celebrar una de las fiestas más entrañables del calendario litúrgico: la Navidad del Señor. Es tiempo de fraternidad, de ayuda al prójimo. Es el tiempo de Cáritas. Luego vendrá el tiempo de la lucha, de la reivindicación, de la protesta; ahora toca el de la caridad. Feliz Navidad a todos.

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