Diario de León

TRIBUNA

¡Oh glorioso san Antón, santo bienaventurado!

Publicado por
Héctor-Luis Suárez Pérez. Profesor del Conservatorio Cristóbal Halffter de Ponferrada
Ponferrada

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Fuera de todo pronóstico para la mentalidad reinante hace algunos años, san Antón constituye una de las celebraciones anuales que de modo más significado ha entrado en alza en diversos lugares de la provincia de León. Como otras del ciclo de invierno, desde lo etnográfico y antropológico, esta fiesta en sí misma representa un importante hito en lo relativo a la herencia patrimonial inmaterial.

Primero por su propia supervivencia, debida a su capacidad para adaptarse a las nuevas realidades socio-culturales, al haber mutado de un concepto de sociedad rural y agraria hacia otros de entornos urbanitas modernos. En segundo término por su propia naturaleza religiosa y naturalista, chocantes en una sociedad urbana y aconfesional y más si lo hacen de modo unido, como es el caso.

La celebración de san Antón constituye una sacralización, en concreto cristianizada, que se une a una arcaica realidad agroganadera secular cuyos orígenes, es más que probable, se hundan en el proceso de domesticación animal neolítico.

La veneración al popular Santo arranca de los primeros siglos del cristianismo y precisamente por ello y por su vínculo protector hacia el tema animal, es igualmente más que posible que algunos de sus matices añadidos resultasen aprovechados de otras costumbres y planteamientos religiosos naturalistas anteriores a la romanización. En especial los de índole más prosaica aunque, en su conjunto actual, de seguro no son pocas las aportaciones posteriores.

En la provincia de León, como en otras, los siglos han conformado un pequeño abanico de acciones prototipo asociadas a la fiesta de san Antón y que la tradición plantea como modelo referencial no escrito. En el ámbito religioso y más estrictamente litúrgico se hallan la misa, la procesión con el santo y la bendición de animales posterior. Las tres de nutridos ejemplos de celebración pasados y presentes. Asociados a este grupo pueden aparecer otras acciones como el ofrecimiento y posterior canto de un «ramo a san Antón» —de ejemplos recogidos en la bibliografía etnográfica y en el cancionero leonés de Manzano—, o los productos tradicionales del cerdo —manos o «uñas», cara o «jeta», chorizos, lacón, etc., hoy también sustituidos o acompañados de tartas— que eran o son recolectados de la buena voluntad de los vecinos para representar la ofrenda al santo. Posteriormente resultan rifados o subastados con diversos fines, como ocurre con la propia y popular subasta del «cerdo de san Antón», previa e igualmente planteado como ofrenda. Completan el conjunto la ofrenda de los llamados «cotinos» o panes del santo, de diferente tipo elaboración tradicional y presentación según los lugares, que, tras también ser bendecidos se reparten entre los asistentes a la misa.

Entre lo más profano, se halla la celebración de una ancestral hoguera en la invernal y normalmente gélida noche de la víspera. Se trata de la hoguera más famosa y de celebración más difundida por toda la geografía ibérica junto a la de San Juan, con buen ejemplo en Villademor de la Vega y recuperación reciente en la capital leonesa. Otra vieja costumbre en ciertos lugares de la provincia consiste en «echar refranes» al santo en el atrio de la iglesia, tras la procesión y la misa. Se conserva testimonio de estos chascarrillos e irónicos sucedidos locales en lugares como Villademor de la Vega, y el refrendo de textual de su pasado en obras como los Cuentos en Dialecto Leonés y otros trabajos etnográficos. Por fortuna, en la localidad de Las Grañeras se mantiene gracias al popular rapsoda Leonís, natural de Castellanos. Ha sido recuperada hace unos años en la capital leonesa y también, desde el pasado enero, en Laguna de Negrillos, donde además se llevó a efecto como antaño se hiciera en muchos pueblos, es decir a lomos de una caballería.

Concluiremos reiterando que a lo largo de los últimos veinticinco años la celebración de san Antón y sus distintos festejos han ido recuperándose por toda la provincia leonesa y recobrando difusión y relevancia social. Algo patrimonialmente loable desde la perspectiva inmaterial. No obstante, en ciertos casos y lugares algunos o todos sus aspectos formales han mutando, o se han adaptado en ciertos aspectos o detalles a las nuevas realidades de toda índole, modificándolos, sustituyéndolos o añadiéndoles otros compañeros de viaje nuevo cuño. En suma, un periplo donde la fiesta de san Antón ha pasado en su concepción socio-religiosa a presentar en su seno nuevas dimensiones. Algo elogiable al haber partido, sobre todo en lo protocolario, de procederes tradicionales cerrados e intrísecamente de raigambre campesina. A ellos se han amalgamado viejas y nuevas pautas, algunas quizá más urbanitas, pero que resultan totalmente asumibles por la realidad sociocultural actual y auguran o propician la vigencia de la fiesta. Así pues, un año más «Que viva San Antón».

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