Diario de León

LUNA NUEVA

Algunos hombres buenos

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León

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Quien haya visto la espléndida cinta de Rob Reiner tendrá más que asumido a estas alturas que la cadena de mando en un partido jerarquizado hasta el tuétano como el PSOE opera con la misma meticulosidad que el cónclave Vaticano a la hora de elegir Papa. El PSOE no es el ejército de Pancho Villa , aunque lo disimule con ostentación.

Algunos hombres buenos es, además de una película intensa de guión acerado, una parábola sobre la sumisión al poder y el uso social de una moral de conveniencia.

—«En lo más oscuro de ti me necesitas, hijo!. Yo protejo tus sueños al otro lado de esa alambrada», le espeta crujiendo su impoluta dentadura el comandante Nathan R. Jessep ( Jack Nicholson ), comandante en jefe de la base de marines de Guantánamo, a un histriónico y siempre sobreactuado Tom Cruise .

Cruise interpreta a un inexperto alférez de marina jurídico encargado de ejercer la defensa de dos soldados a los que se les había ordenado aplicar un correctivo a su compañero Willian T. Santiago, que acabó falleciendo a consecuencia de la paliza. Pretende demostrar que en el cuerpo de marines opera un código al margen de la normativa militar. El conocido como código rojo.

Folgueral cumplió el código rojo. Y lo hizo convencido, como el infante Downey y el cabo primero Dawson en Algunos hombres buenos , de que hacía lo correcto. Lo que le habían mandado. Lo que le habían enseñado. Por eso no le asiste ningún sentimiento de culpa y sus convicciones son las únicas que no se han autosodomizado al fragor de la repudia social desatada en la tarde del viernes. Durante un mes de negociaciones nadie lo puso en duda. Nadie cuestionó la orden en la organización. Ni siguiera algunos y algunas que se rasgan las vestiduras desde el viernes por la tarde cuando atronaron los decibelios del ruido mediático. Son prisioneros de dos semanas de silencios.

Lo sabía Rubalcaba . Lo ordenó Rubalcaba. Y de él para abajo, la alta oficialidad, la media y la rasa.

Lo sabía Rubalcaba y lo sabía Carme Chacón . La aspirante a sucesora que tardó dos semanas en disparar un twitt de escaso gusto moralizante, por tardío, digo, que desató la lluvia de los mismos indignados y plañideros que durante dos semanas callaron como… cobardes. Disparó el twitt minutos antes del pleno. Y al dolor de su llamada digital y mesiánica acudieron hipócritas y fariseos. Con los ojos inyectados en sangre por el sacrilegio cometido contra uno de los principios fundamentales del partido, el mismo que lleva a gala, porque es verdad, haber legislado a favor de la igualdad y contra la lacra del maltrato. Principios que hunden su raíz en el mismísimo caso Nevenka , que nadie lo olvide. Tras ese escándalo que acabó con Ismael Álvarez condenado por acoso sexual, empezó Zapatero a pergeñar una serie de leyes que han sido santo y seña de sus más profundas convicciones.

La memoria de Nevenka , de otras víctimas, los principios éticos… una excusa a la catalana. O a la andaluza. La presencia de Ismael, un recurso escénico. Tuvieron dos semanas y callaron. Sólo la agrupación de la capital leonesa, con José Antonio Díez y Pepe Giménez a la cabeza, puso el grito en el cielo de Ferraz. Les amenazaron con el exilio. Ellos saben de acoso.

La operación estaba montada y todo empezaba a salir a pedir de boca. El PSOE andaluz se orquestó perfectamente al ritmo de twitt y soniquete de rumba catalana. Elena Valenciano pasó al ataque y empezó a susurrarle al oído a Rubalcaba que o daba marcha atrás, como ella le había bramado a Óscar López en la privacidad orgánica de los pasillos de Ferraz, o corría el peligro de no quedar ni para parodia de José Mota .

Óscar López, como un niño asustadizo, estaba acorralado. «Fui yo, fui yo. Sólo yo», sollozaba como una letanía al tiempo que sus pensamientos escoltaban su cadáver orgánico. Inició una noche de mentiras puestas en evidencia con sutileza por Angels Barceló . La brillante periodista se limitó a dejarlo en evidencia con un par de interrogantes. Evitó que sangrara. López estaba acorralado.

López es el último cortafuegos entre Rubalcaba y los que reclaman su huérfana cabellera. Por eso ayer no podía dimitir. Sólo cabía otra escena del sainete. Evidenciar su refuerzo en el seno de la federal poniendo el cargo a disposición de los compañeros de ejecutiva. Eso sí, sabiendo de antemano que todo estaba amañado. Si hubiera albergado la menor duda de que le aceptaban la dimisión no hubiese ni aparecido en la reunión, como hizo Elena Valenciano, la opositora silenciosa a la moción y muñidora de la maniobra para colocar al segoviano en los libros de actas de eméritos del PSOE. Su inmoralidad es haber usurpado la ilegitimidad de la moción para encaramarse a la atalaya de los dignos aparecidos con dos semanas de demora.

No puede dimitir Óscar López porque deja a Rubalcaba a la intemperie.

Rubalcaba es una parodia de José Mota. Gesticula como un sucedáneo de sí mismo, mimetizándose con el imitador. De aquel político astuto, superviviente de felipes, almunias y zapateros, sólo se conserva la sonrisa sibilina. Aunque bien mirado, es como el chiste de las hienas y Jaimito, que con la porquería que comen, lo lejos que viven y lo poco que se aparean, no sé de qué carajo se ríen.

Rubalcaba exigió hasta en tres ocasiones la dimisión a Samuel Folgueral. El mismo al que él, con su orden, aupó a la alcaldía de Ponferrada con el voto de Ismael Álvarez. Lo hizo sin autoridad. Las cosas no se dicen. Se hacen. Y si hay que decirlas tres veces es que no te escucha nadie.

«Es un error. Lo arreglamos y punto», dijo sin convicción la sombra de aquel Rubalcaba que un infame día como hoy de hace nueve años atornilló al PP hasta perpetrarle una debacle electoral. «Lo arreglamos» significaba echar al patíbulo mediático y social a Folgueral, un tipo de apariencia frágil y acostumbrado a manteos y collejas. «Que se lo trague ese desgraciado de Ponferrada», debió musitar. Es decir, reconoció el error, Rubalcaba, pero las consecuencias, es decir, el escarnio público, sólo iba a asumirlas un inservible edil ponferradino. La autoridad moral para pedir la dimisión de Folgueral sólo se podía sustentar en un cese en cadena desde Rubalcaba, pasando por Óscar López, Villarrubia , Tino Rodríguez hasta llegar a Helena Castellano , diputada y secretaria del PSOE ponferradino. Es justo al llegar a esa orilla, y sólo ahí, cuando Rubalcaba estaría en condiciones de exigir a Folgueral que dejara la Alcaldía.

Pero, Rubalcaba, siempre generoso, había decidido quedarse con la gloriosa asunción del error y endosarle a Folgueral las consecuencias.

—Cumplimos órdenes, hijo, cumplimos órdenes o la gente muere. ¿Comprendido?, expresa con solemnidad Nicholson encarnado en coronel sin escrúpulos, como un Rubalcaba cualquiera.

¿Por qué se iba a fiar ahora Folgueral de esa orden? ¿Por qué va a saber que lo que le ordenan, que dimita, es lo correcto ahora y no lo que le dijeron hace un mes, que pactara con Ismael para asaltar la Alcaldía de Ponferrada?

Tanta indecencia para acabar en bochorno. Tanta amoralidad para infligirse una crisis descomunal por la conquista de una alcaldía de pueblo, el mío. Bárcenas, Urdangarín y Corinna agradecen las condolencias y la tranquilidad en nombre de la familia.

Nada encaja. Esto se cebó desde dentro, como demuestra el twitter en diferido de Chacón y sus corifeos, para propiciar una asonada en un partido sin liderazgo ni crédito. Ruido mediático precedió al ruido de sables. Chacón ya no respira por twitter. Lo hizo medido y calculado. Ella está ahí para el poder, las convicciones son cosa de los miserables. Intolerable, Chacón, intolerable.

Hay un PP inconfesable que bate palmas con las orejas. La esquizofrénica operación de Rubalcaba y su séquito le ha salido que ni en sus mejores sueños. Le han apartado al incómodo Carlos López Riesco , sin ser parte activa en el episodio. Han desguazado el PSOE en León para los restos. Han contaminado de crisis el socialismo autonómico y nacional. Y por si fuera poco, Ponferrada no está en manos del enemigo. Mejor imposible. Riesco no volverá a ser candidato. Al menos con Carrasco (chupa del frasco). Al menos con Mañueco (diabólico). Al menos con Herrera (del Pisuerga). Al menos por ahora.

Se imaginan el final de Algunos hombres buenos . La sala de vistas. El tribunal togado. El alférez Kaffe con la mano temblorosa asiendo un vaso de agua. Se va a lanzar al alegato final. Se juega su carrera a una carta. Hendir su dialéctica agresiva y vehemente en un intento por socavar la autoridad del coronel Jessep, única oportunidad para que éste abandone su socarrona frialdad genética.

Cierren los ojos. Coloquen el rostro de Folgueral bajo el sombrero de plato que porta Tom Cruise (sé que es difícil viendo la belleza de uno y otro, pero inténtenlo). Ponga la cara de Rubalcaba a Nicholson.

—¡Coronel Jessep!, ¿ordenó usted el código rojo?, grita desencajado y enrojecido Cruise, digo Folgueral, blandiendo el puño a la altura de la cadera.

—Hice el trabajo que me encargasteis…

—¿Ordenó el código rojo?

—¡Por supuesto que lo hice! ¡Joder!

¿Alguien decidirá licenciar con deshonor a Rubalcaba? La honorabilidad no es un entorchado que se luce en el hombro ni un twit oportunista a destiempo.

El PSOE, enturbiado ante la opción de trincar una cuota de poder municipal, decidió solapar sus principios más esenciales. Los mismos que ahora airea con estrépito para sacudirse la miseria de una ansiedad política.

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