Diario de León
Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

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No es León una provincia que haya mostrado especial cuidado o aprecio por sus cercas y murallas, así que cuando salta alguna noticia, suele ser más bien de abandono. Porque el desinterés ha conducido las cosas a una situación arruinada y de difícil retorno. En el caso de la capital, algunos afeites recientes entonaron diversos tramos de la cerca y hasta se dispuso un breve paseo sobre el Jardín Romántico. Pero esos retoques no evitan que la ciudad siga teniendo sus murallas en un estado deplorable y digno de mejor suerte. Situación especialmente sangrante por tratarse de un patrimonio singular, que combina el cíngulo romano con la ampliación medieval, y también por contraste con el buen aspecto actual de la ciudad.

Hablando de murallas, no hay muchas ciudades españolas con las que pueda establecerse un parangón. Y sin embargo es fácil comprobar de un vistazo rápido a los alrededores cómo han mejorado en estos años el cerco de Zamora, el cuidado y promoción de las murallas de Ciudad Rodrigo o el conjunto excepcional de Ávila. En ese rango, las murallas de León vienen siendo las menos afortunadas, cuando constituyen quizá el conjunto más importante de la península después de los de Ávila y Lugo. Pero siguen ancladas en una fase diferente, que es prácticamente su expectativa de supervivencia. Últimamente han dado que hablar por el destrozo de unos pintamonas en su paseo cimero. Ya no son los derrumbes de Ruiz de Salazar ni la piedra caída sobre un viandante en Independencia, sino un episodio de gamberreo.

Lo ordinario ha sido tirar las cercas o verlas caerse de pura desidia. Así ha ocurrido en Almanza, en Grajal o en Valderas, donde ya tan poco queda. Un portillo con algunos lienzos en Almanza, que la gente atribuye por familiaridad toponímica al palacio de Almanzor. Una puerta del dieciséis en Grajal, que tan mal ha cuidado su herencia de barro. Y dos arcos mudéjares en Valderas, uno de ellos repintado. La declaración monumental masiva de 1931, con la que la República puso a salvo lo más granado de nuestro patrimonio histórico, incluía las murallas de León y las de Mansilla, pero no las de Astorga, que tuvieron que esperar hasta 1978.

Volviendo a la capital, hace tres décadas se resolvió un Concurso de Ideas para intervenir en el entorno de las Murallas. Poco después, se despejó de chamizos y cuchitriles la cerca medieval de la calle Independencia. Si aquella iniciativa no supuso un gran avance en obras, en cambio sí despejó aspectos cuya pesquisa recurrente vuelve a distraer a los sucesivos promotores de remedios. Lo que corresponde no es amagar otra vez, sino aplicar aquellos u otros criterios de intervención, pero empezar cuanto antes y no perder más tiempo en preparativos y reproches.

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