Diario de León
Publicado por
JULIA NAVARRO
León

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Mariano Rajoy está solo. Puede que él no se sienta así, que al mirar a su alrededor vea a gente de su partido presta al aplauso o a darle su sincero apoyo. Incluso se sentirá arropado por esa mayoría absoluta de la que su partido dispone en el Parlamento y que le garantiza no perder ninguna votación ni enfrentar ningún sobresalto. Pero la mayoría absoluta no es suficiente para gobernar. Hace falta algo más que es la capacidad de entenderse con los otros y sobre todo de contar con la confianza de la sociedad.

El presidente viene demostrando que es un político correoso, que no es blando y que no está dispuesto a que le quiebren. Además es buen parlamentario y domina el arte de la oratoria cuando se sube a la tribuna. Otra cosa es que logre convencer, porque lo cierto es que ni los suyos, más allá de declaraciones oficiales, están convencidos de que Mariano Rajoy vaya a salir airoso del asunto Bárcenas.

El cálculo que hacen los populares es que hay asuntos que, aunque puedan ser delito, han prescrito, otros que son faltas administrativas pero no delitos, y otros que no se pueden demostrar y que, por tanto, al final el caso Bárcenas terminará desinflándose. Claro que, en mi opinión, este es un calculo erróneo. Más allá de lo que digan los tribunales está la realidad política, y es ahí donde Rajoy tiene difícil ganar.

La realidad es que la figura política de Mariano Rajoy está tocada. Ya no tiene el crédito político de antaño y sobre todo ha provocado una enorme decepción entre sus votantes y entre quienes creían que iba a gobernar de acuerdo a su programa. Pero Rajoy incumplió el programa electoral del PP desde el primer día que pisó La Moncloa y, a partir de ahí, el hombre que supuestamente no nos iba a dar sorpresas porque presumía de ser previsible no ha dejado de dárnoslas.

Rajoy está solo por más que se empeñe en verse acompañado por su mayoría parlamentaria. Puede ganar votaciones en el Parlamento, puede tirar millas y agotar la legislatura, puede hacer como que no le afecta la realidad, pero, por más que se empeñe, está solo. El es parte importante de la crisis de nuestro país. No de la económica, ¡faltaría más¡, pero sí de la política. Seguramente se tapará los oídos si alguien le habla de adelantar las elecciones, sobre todo, porque su partido tiene muchas posibilidades de no volver a obtener mayoría absoluta, pero me parece a mí que al final las urnas terminan teniendo un efecto terapéutico.

En la antigüedad eran los dioses quienes cegaban a los hombres a los que querían perder. Hoy son los asesores y los que viven a la sombra del liderazgo del jefe de turno quienes le mantienen en la ceguera haciéndole creer que son los periódicos o la oposición las causas de sus problemas y no los desatinos cometidos por él mismo, por quienes le acompañan o por sus antecesores. Todo menos reconocer la realidad que es la antesala de la soledad. De la soledad más absoluta.

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