Diario de León
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JOSÉ A. BALBOA DE PAZ
León

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La propuesta de Alicia Sánchez Camacho sobre la financiación autonómica desvela lo que esconde el rancio nacionalismo catalán: la pela. Al parecer, según el reciente Memorial de Agravios, nueve mil millones ¡Podemos pagarlos si nos dejan tranquilos!, dice Leguina con ironía. La lideresa del PPC exige una financiación singular para Cataluña, porque —lo dice sin tapujos— hay que limitar la solidaridad de Cataluña para con el resto de España. Alicia —el pensamiento Alicia—entiende aquí solidaridad por caridad, algo políticamente admisible. El término solidaridad se acuñó en el siglo XIX (Pierre Leroux) en ambientes laicista para oponerlo al de caridad e incluso al de fraternidad de la famosa tríada de 1789. Su origen está en el concepto jurídico, transformado en idea filosófica, solidario, cuyo sentido es el de la obligación mancomunada a la que están sometidos deudores y avalistas con el acreedor, o los que cometen un delito al margen del grado de participación. De ahí pasó a designar la supuesta obligación moral que los hombres deben mantener entre si.

La Iglesia Católica, pese a su origen masón, lo integró en su discurso como sustituto de caridad, porque para los creyentes si somos hermanos por ser hijos del mismo Padre tenemos obligaciones mutuas. Sin embargo, la idea de Dios en la que creen los hombres no es unívoca ni armónica, sino polémica: los Hermanos Musulmanes no se sienten muy solidarios de los hermanos judíos o cristianos, a los que asesinan. A los defensores del laicismo más intransigente se les llena la boca con el término solidaridad —solidaridad indefinida—, suponiendo metafísicamente que somos partes de un todo, la Humanidad, entendida como sujeto de una nueva religión y moralidad.

Sin embargo, entre ciudadanos la solidaridad es un concepto político, una obligación impuesta por los poderes públicos para disminuir las desigualdades, porque así lo hemos acordado (por la historia común, la constitución y leyes). Personalmente no creo ser responsable del desaguisado en el que nos encontramos, pero con mis impuestos pago los platos rotos de las prácticas irresponsables de nuestros gobernantes, a los que elegí. La democracia permite que pueda arrepentirme y cambiarlos, pero si no soy solidario voy a la cárcel. ¿Qué significa que Cataluña no debe ser solidaria con el resto de España? No se trata de caridad sino de justicia: mayores impuestos a los ciudadanos más ricos. Esta conquista es un principio que la izquierda defendió con pasión desde el siglo XIX. ¿Por qué ahora, PSOE, IU e incluso el PPC, defienden privilegios de los territorios? Quizá lo que predican sea la caridad de unas comunidades respecto a otras, y como es gratuita (es una gracia), si no lo hacen no hay porqué exigirla. La moralina sustituye a la política.

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