El registrador Rajoy registra mejoría en España

La pluma aguda de Miguel Angel Aguilar escribía el otro día que «en España, gobernar es registrar». Alguien escribió antes que «gobernar es ceder». O que «gobernar es consensuar». Pues, habida cuenta de la condición de registrador de la propiedad con plaza en excedencia del actual presidente del Gobierno, para Aguilar, «gobernar es registrar». En cierto modo, lo confirmó el propio Mariano Rajoy cuando el viernes, en el Congreso, le preguntamos directamente cómo iba todo. Y respondió textualmente: «El Corte Inglés ha incrementado sus ventas este mes de noviembre en un 10% sobre noviembre del año pasado. Y, habida cuenta que esa mejoría se mantendrá en general y la paga de Navidad se da para que se gaste, las cajas registradoras reflejarán esa progresión». Es decir: el registrador Rajoy registra una apreciable mejoría en la economía que quizás anuncie una revitalización del mercado interior. Vamos para arriba.

Pero cualquiera sabe que la situación de España no solo se mide a través de la recaudación de las cajas de los grandes almacenes y los supermercados. Esa buena noticia debe acompañarse con datos de la exportación española y, sobre todo, por la recuperación del empleo. Y aún más: por el consenso político que reclaman los ciudadanos cuando piden que los grandes partidos, y si es posible los otros también, que lleguen a acuerdos. En ese campo, se apreció algún avance: el presidente del Congreso, Posada, el único que habló oficialmente, invitó a «buscar un espacio de diálogo» que podría llevar a modificar la Carta Magna. Rajoy, en los corrillos posteriores con los periodistas, dejó abierta la reforma de la Constitución «para unir». Algo se mueve, sí, pero Aznar y su gente no quiere ni un milímetro de apertura. «Es curioso —dice Felipe González— que sean los que en 1978 no querían la Constitución a ningún precio, y escribieron y hablaron contra ella, ahora la hagan suya y encabecen la oposición a reformarla».

Veremos qué sucede, pero sabemos que todo avanzará de forma muy lenta. Rajoy quiere un consenso equivalente al del 78 para hacer algún cambio pero el viernes, en la recepción de la Constitución, no estaba nadie de CiU, ni del PNV. El agobio de personalidades nos regaló la posibilidad de escuchar el siguiente diálogo entre la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría y la diputada socialista por Lleida, Teresa Cunillera: «!Qué bien está el PSC», dijo la vicepresidenta a lo que Cunillera respondió: «El PSC está bien incluso cuando vosotros decís que no lo está». Bueno, es la esgrima dialéctica, pero hablaron e intercambiaron pareceres. Algo se pudo avanzar.

Rubalcaba declaró ante los micrófonos que cada día hay más federalistas en España cuando hace solo unas semanas estaban solos él y Pere Navarro defendiendo esa fórmula. Antonio Garrigues Walker cree que el estado de las Autonomía que se ha ido configurando en estos años, ya era bastante federalista , pero «por pudor, no se le dio ese nombre porque se temía una reacción en contra».

El problema de Rajoy está en los que le mueven la silla en su partido encabezando la intransigencia. La salida de la cárcel de asesinos varios —etarras, violadores y otros personajes detestables— con una velocidad indignante que contrasta con la lentitud exasperante de la Justicia, está siendo utilizada por la extrema derecha del PP para acorralar al presidente. Solo le falta la peligrosa locuacidad del ministro de Hacienda, Montoro, que atribuye la crisis de ceses y destituciones en la Agencia Tributaria a que « la cúpula estaba llena de socialistas». ¿Qué lenguaje trasnochado es ése? Precisamente estos días se han rescatado unas frases reveladoras de Nelson Mandela: «A diferencia de muchos políticos, soy capaz de reconocer un error.» Sin duda, Mandela no está entre las lecturas de Montoro.