Diario de León

MARINERO DE RÍO

La nuestra prensa

Publicado por
EMLIO GANCEDO
León

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El viernes por la noche anduvimos de hilorio mansillés Félix Llorente y Toño Morala —ambos corresponsales de este periódico en distintas etapas de su historia— el tío Ful y aquí el grumete, y el tema oleaba en torno a la labor ejercida en el medio rural por toda esa arriscada hueste de periodistas siempre a pie de zanja, de cortafuegos o de fiesta del patrón; sobre esas sufridas corresponsalías de paramera, ribera maizal o montaña, y se echaron a revolar multitud de anécdotas, personajes y titulares. Algunos de estos últimos, exponentes de que no hay noticia pequeña y de que incluso en media columna cabe confeccionar un periodismo auténtico capaz de hacerle cosquillas en la barriga a la literatura: «Una astuta zorra esquilma el censo gallináceo de Toral de Merayo», «Crisis en el convento de monjas de San Miguel por la caída en la venta de fajas», y así. Y aparecieron, hablando también de rotativas (añoradas), de teclistas (desaparecidos) y de correctores de textos (hoy sólo digitales), sublimes erratas, gloriosos bailes de letras, la cabrona presencia de los duendes tipográficos: de ahí las 118 vascas que pastaban ilegalmente en Riaño o el «final feliz en un barco secuestrado por palentinos».

Pero lo más importante del filandón fue el homenaje espontáneo y poco usual que en él se dedicó a los corresponsales comarcanos, cuyo estatus de raza en peligro de extinción es cosa incomprensible cuando la conexión que procuran entre medio y lector resulta del todo básica. Nuestra tierra no supone un yermo uniforme, una llanada azotada por la homogeneidad; son decenas de dispares valles y vegas, y sólo se puede informar sobre ellos desde el íntimo conocimiento de sus realidades. Desde la lejanía tal comunicación es, cuando menos, fría, incompleta y poco veraz.

En este viejo reino, restos de la milenaria digestión de un cocido colosal, hubo un corresponsal que no sabía escribir (pero que narraba los plenos municipales como si fueran un partido de fútbol) y se publicó el mejor titular de todas las antologías («continúa grave el minero muerto ayer»). Pero es también un lugar que necesita contarse a sí mismo para seguir existiendo. Lo verdaderamente grave es no tener quien te escriba.

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