Diario de León

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León

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La libertad tiene que ser moderada por la igualdad, por eso nunca, jamás se debió aceptar la existencia de partidos cuyo objetivo oculto o no tan oculto es la sedición. Porque todos somos españoles iguales ante la ley, la secesión es crimen contra la igualdad.

Pero el mal está hecho. Se ha sufrido y hasta aceptado el chantaje. Se han entregado cuotas de poder que ningún Estado fuerte y sensato entrega (v.g. educación). Se ha entregado dinero a espuertas para acallar a los abanderados bandoleros estelados. Se ha permitido que lo malversen o se lo metan en el bolsillo. Se les ha tolerado que empujen los límites de la constitución y la ley y, finalmente se les ha visto cavar el hueco de los cimientos de una frontera. Y ahora miran hacia este lado del muro riendo y diciendo: Con este muro y lo que nos debéis ya tenemos una nación.

«España nos roba» que tanto escándalo produjo en gente cojitranca por razón de los impuestos, es un slogan que incluye «Cataluña nos roba» porque Cataluña nunca ha dejado de ser España. Tanto en Cataluña como en Andalucía, Madrid, Valencia, Baleares y cualquier otro espacio de libertad regalada que son las regiones autónomas, se puede dar el grito de «España nos roba». Pero el grito no revela más que un hecho intolerable. El Estado entero ha dejado entrar en el poder cuadrillas de bandoleros que creíamos desaparecidas cien años ha en Sierra Morena. Nunca se debió tolerar ese grito insultante sin llevar a los tribunales al Gobierno autónomo que lo elevó como bandera estelada. Nunca se debió tolerar que todos los españoles sean acusados pública e impunemente de ladrones, por los ladrones y garrapatas de una región. Y «nunca» es palabra sin trampa, no como el tramposo concepto de Nación de Zapatero (sonrojo da un «presidente» de un lugar que no identificaba como nación y que pa’encima se le incluya en el Consejo de Estado. ¿Acaso puede un hombre dar consejo sobre algo que ignora?). «Nunca» significa nunca. Si la caja de las perras desaparece en Cataluña, es en Cataluña donde hay que buscar al ladrón en primer lugar y no aguantarlo treinta años por conveniencia.(Y habría que recordar aquí que Fidias y Pericles fueron acusados de malversación y que la democracia griega, el modelo de la que han nacido las demás, les habría dado muerte si no hubieran demostrado que el oro estaba donde tenía que estar). El grito de «España nos roba» debió ser tomado en serio por el Ejecutivo y buscar inmediatamente al ladrón del que ya sospechaba y aún se tenían evidencias. No es hora de refutar ni de repetir que la fruta está podrida, que el argumento independentista está manipulado, que la idea tiene gusano, porque se nos devolverá, por contra, aquella metáfora del evangelio: «si el grano de trigo no muere no dará fruto». El cinismo es así. No conviene engañarse. En los distintos ejecutivos del estado se produjo —pensando lo mejor— una dejación de vigilancia del partido propio que también robaba. Y la corrupción como el aceite derramado, no sólo se extiende sino que impregna, y esto es lo grave, al Estado todo. De tal modo, que se terminará haciendo verdadero aquel aserto francés que aseguraba que todos los españoles eran ladrones. Hasta aquí ha llegado la desidia, el desinterés, el cerrar los ojos, el creer que todo se arreglará, la cesión al chantage, el consentimiento, el ser tolerantes para poder gobernar con ellos… El Estado tiene toda la apariencia del Teniente don Friolera: —Mi teniente don Friolera, qué dice el faldón? —Valgame Dios, que soy un cabrón. Nadie como Valle Inclán para destapar la olla del esperpento español independentista. En el fracaso culpable, antiguamente se decía de forma contundente: ahora rascas. Pues bien: ¡ahora rascas Rajoy!

¿Qué queda? Queda un remedio de urgencia. Llevarse por delante a todos, digo todos los ladrones, sin contemplaciones y como dicen los bomberos enfriar el espacio del incendio aplicándole la ciencia alegre. La gaya ciencia. La poesía de la Constitución y la poesía de la Legalidad que juró defender esa pandilla de sinvergüenzas que ahora agitan banderas esteladas contra las instituciones del Estado. Nadie tiene ningún derecho a cambiar ningún símbolo común y la bandera catalana es un símbolo español. Estréllese la estrella metida en el símbolo taimadamente y cuélguese del mástil de la bandera a todo ladrón que se atreva a llamar ladrón al país entero. El Estado tiene legalidad y fuerza para hacerlo. Si no lo hace, él mismo se pone en riesgo y pone en riesgo a todos los españoles, sean gallegos, catalanes, vascos, andaluces, extremeños… etc.

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