Diario de León
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Andrés Mures Quintana. león
León

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Mancha negra

Todos los acontecimientos que se han venido sucediendo en España en los últimos meses en los que la corrupción ha sido el telón de fondo, han tenido como protagonistas principales a partidos políticos, sindicatos, banqueros y empresarios. La gravedad de los múltiples casos ha propiciado que la inmensa mayoría de los ciudadanos renieguen de una casta (la política y la sindical) que les explota, les engaña, les roba y les hace la vida aún más difícil en unos momentos en que la situación económica ya ahoga suficientemente a una inmensa mayoría de hogares. A pesar de que los jueces hacen en general bien su trabajo diario, sin embargo existen serias dudas en una amplia capa de la ciudadanía sobre el rigor en su delicada tarea.

En los últimos días, toda España y de forma especial nuestra ciudad, se ha visto inmersa en una vorágine de hechos que pone a nuestra sociedad al borde del abismo. Alguien pensará, que con la náusea que ahoga al país entero, el que la sociedad no haga una declaración ferviente y unitaria de repulsa, puede parecer que en alguna medida se opta por la transigencia, o incluso por la indiferencia ante hechos delictivos muy graves.

La sociedad leonesa se vio sacudida hace unos meses por el brutal asesinato de la presidenta de la Diputación y también del PP. La detención hace escasos días de la persona que le sucedió en el cargo institucional —Martínez Barazón— nos ha dejado estupefactos y asqueados; pero algunos, entre los que me incluyo, seguimos sumidos en la incredulidad sobre ciertos aspectos del caso. Cuando llevas más de media vida participando en política (gratis total) y siguiendo activamente desde diversos medios el acontecer diario de este país llamado España, hay cosas que no te terminan de cuadrar. Martínez Barazón (Marquitos el del juzgado, para muchos, antes de encaramarse a los terciopelos del Palacio de los Guzmanes de la mano de su hada madrina), es un tipo afable, educado, y discreto. Se le supone dotado de una paciencia franciscana y, quizás, de unas tragaderas que suelen ser muy amplias en el entorno de la casta política. Hace casi 8 años, en una operación simple a primera vista, labró su suculento andamiaje político. Carrasco, la todopoderosa presidenta, por entonces del PP en la provincia de León, no encontraba quien la acogiera en las listas electorales para optar a la Diputación, dejando a un Javier García Prieto en la cuneta, con las posaderas al aire y en una situación tremendamente incómoda. El lobby de Valladolid se mostró indiferente ante lo que para muchos leoneses era un vulgar atropello.

Cuando ocurrió la desgracia, Marcos Barazón, mano derecha de Isabel desde 2007, se aupó, como parecía lógico, a la presidencia de la Diputación. Una institución donde siempre los mandamases se han movido en el filo de la navaja. Que desde hace años el Palacio desprende un tufillo maloliente, es algo sobradamente conocido en toda la provincia. Ahora todos se rasgan las vestiduras en un alarde de ironía y de aspavientos de baja estofa. Los consentidores de una forma de hacer política, por omisión en la rectitud de intenciones, pecan de igual forma y manera. A mí me cuesta trabajo admitir que un alcaldín de pueblo sea capaz de tejer una trama de las dimensiones que van apareciendo en los medios.

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