Diario de León

CUARTO CRECIENTE

La estatua de Snowden

Ponferrada

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Fort Greene es un parque de Brooklyn que honra la memoria de once mil patriotas norteamericanos que murieron en barcos prisión durante la Guerra de Independencia contra los ingleses. Sobre un pilar de piedra adornado con un águila de bronce, un grupo de activistas —‘guerrilleros artísticos’, se autodenominaron— colocó en la madrugada del lunes una estatua de Edward Snowden, el analista de la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos refugiado en Rusia después de filtrar a la prensa documentos de alto secreto sobre los programas de vigilancia masiva con los que el Gobierno norteamericano violaba la privacidad de los ciudadanos de medio mundo.

Para el Gobierno de los Estados Unidos Snowden es un proscrito. Un traidor que ha divulgado secretos de Estado y que ha puesto en peligro la seguridad nacional, las relaciones internacionales, la diplomacia y el equilibrio de poderes.

Para los ‘guerrilleros artísticos’ de Nueva York, que esculpieron el busto junto a un anónimo escultor, Snowden es un héroe comparable a los patriotas que murieron a bordo de los barcos ingleses a finales del siglo XVIII, acusados de traición por levantarse en armas contra el rey. Los activistas han declarado a una web que la libertad no se consigue «bajo un ojo vigilante» para justificar su acción.

La estatua de Snowden, elaborada en yeso hidrocal y de cuarenta y cinco kilos de peso, no duró mucho sobre el pilar de piedra del monumento de Fort Greene. Empleados municipales cubrieron el busto ilegal con un plástico azul a las pocas horas para que los turistas no se hicieran fotografías. Poco después, lo retiraron.

«No les ha faltado audacia», pienso mientras observo desde la ventana la zona verde donde el Ayuntamiento de Ponferrada acaba de erigir un monolito en memoria de la ‘Provincia del Vierzo’ de 1822, que duró lo que tardaron los Cien Mil Hijos de San Luis en apartar a los liberales del poder y reinstaurar el absolutismo de Fernando VII. Y me pregunto cuanto tiempo será necesario que pase para que Edward Snowden, el traidor, el proscrito, tenga su propio parque en Nueva York.

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