Diario de León
León

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Que me perdone don Alfred, ayer no pude ir a ver Psicosis en pantalla grande, dentro del ciclo de homenaje al cine en el Teatro San Francisco. La célebre escena en la ducha forma parte del imaginario cinéfilo. Pónganse el lector en lugar de la pobre Janet Leigh. Hoy mismo, estás duchándote y, de repente, suena música de Bernard Hermann. Una mano corre bruscamente la cortina. Gritas. ¿Quién es? Parece Norman Bates disfrazado de la vieja del visillo. Pues no, resulta ser un candidato para pedirte el voto. ¿Qué puede hacerse en tan espeluznante situación? Salir corriendo desnudo y mojado es arriesgado. No queda otra que cogerle el folleto y pedirle con amabilidad que cierre la puerta al salir, que somos de resfriado fácil. A estas alturas, los candidatos han de estar tan agotados que podemos perdonarles un exceso de confianza tal. Ah, “Psicosis”. La primera vez que la vi fue de chaval, en un cine de barrio en el que hacían la vista gorda si no tenías los dieciocho. Recuerdo que en el cartel se mostraba una pequeña foto de Hitchcock en la que pedía al espectador: “Por favor, no desvele el final de esta película no dispongo de otro”. Algo similar querrían decirnos los partidos a los que los resultados de las elecciones del domingo les caigan como una ducha de agua fría. Sin embargo, insistamos de nuevo en ello, la política es el arte de resolver problemas de los ciudadanos, no de creárselos a mayores. A nosotros nos toca votar; a los políticos, unir las piezas del puzzle, en caso de haberlo. La democracia es convivencia en la discrepancia.

Por ello, aunque siento solidaridad por la causa de nuestros mineros no puedo aplaudir que interrumpieran el mitin del PP en León, ni el de nadie. Los populares actuaron con prudentes reflejos emocionales.

Lo confieso: los sustos sólo me gustan ya en el cine; en la vida real, únicamente los indispensables y ni uno más. Emplearé la jornada de reflexión de mañana en aquello para lo que está destinada: decidir mi voto. Lo haré con memoria, ecuanimidad en el análisis, amor a mi tierra y esperanza de futuro. Por cierto, en estos días se conmemoran los cincuenta años del estreno de Sonrisas y lágrimas, otro clásico. Y de título muy postelectoral.

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