Diario de León

TRIBUNA

Experiencia vivida, verdades ocultas

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mercedes gonzález rojo Ex concejala del equipo de gobierno del PSOE
León

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D urante cuatro años he acompañado a Victorina Alonso en el último gobierno socialista de la ciudad de Astorga. Un gobierno que por las circunstancias ha resultado muy complejo, pero en el que se trabajó duramente por sacar adelante todos los ideales socialistas que nos habían llevado al mismo. Ahora, tras una dura campaña de descrédito orquestada por algunos de aquellos a los que hemos considerado compañeros, y puesto que perdida la ciudad ya no podemos hacerle más daño a la misma, me gustaría contar —para quien quiera saberla— mi experiencia sobre los hechos.

Unas semanas antes de las elecciones de 2011, Victorina Alonso me invitó a compartir con el PSOE una nueva aventura política. Me sorprendió mucho la propuesta pero, aunque en un principio mi respuesta fue negativa, más tarde acepté, confiando que mi trabajo aportase algún beneficio a la ciudad en la que nací y crecí.

Esta decisión fue mantenida en silencio, por sugerencia de ella, hasta que semanas después acudí a una reunión para conocer al resto de la candidatura. Allí descubrí que la lista no la encabezaría el anterior alcalde, que había decidido dejar la política. Tomaba el relevo, por decisión de éste y pocos más, Victorina Alonso, con una lista en la que conocía a muy pocas personas. Un escollo poco importante dada la capacidad de trabajo en equipo que le conocía a Victorina.

Comenzó la campaña con gran ilusión. El primer batacazo llegaría al no dejarnos participar en el programa, hecho y blindado; ni admitírsenos idea alguna. Aunque por mi inexperiencia política di por supuesto que las cosas se hacían así, más tarde descubrí que no existió campaña y que salíamos a perder, ante las nefastas estadísticas que se manejaban a nivel nacional. No había intención alguna, por parte de los grandes popes del partido en Astorga, de presentar batalla.

Con las elecciones llegó la ¡sorpresa! Seis votos más que el PP, nos dieron como ganadores. Esa misma noche, en la sede del partido, mi incredulidad fue total. Algunos compañeros salientes insistían en hacer un pacto para gobernar, con el PP. A pesar de que el pacto más natural parecía con los tres concejales del PAL, habida cuenta de que se salía de otro con la UPL, partido de similares características a éste. A pesar de mi ignorancia política descubrí que esta propuesta era inviable por una cuestión más personal que ideológica. ¿De quién? Es de todos conocido. Así que, por todos los medios, se intentó un bipartito PP-PSOE, con la propuesta de gobernar dos años cada uno, con el apoyo mutuo de ambas fuerzas.

Victorina Alonso se negaba. También algún otro. Yo misma planteé que participaba para apoyar al PSOE, nunca al PP. Y que si el pacto se producía, renunciaría inmediatamente. Ahora tengo muy claro que no les hubiera importado lo más mínimo que lo hubiera hecho.

Finalmente aquella alianza «antinatura», movida por odios personales más que por verdadero interés por el municipio y sus gentes, no se produjo. Y seguimos adelante. Días después Victorina Alonso era elegida la primera alcaldesa de la ciudad.

Pretendía crear un equipo fuerte y preparado, con veteranos apoyando a los noveles para sacar adelante un objetivo común. Pero todo fueron impedimentos desde el principio. Se creó una estrategia para aislarnos y se prescindió del resto de la candidatura, en la que había personas afines a Victorina, para que no tuviese a su alrededor quien la apoyase en su gestión. Pronto comenzó a notarse en el equipo de gobierno la acción de personas que mantenían actitudes constantes de ataque hacia todo lo que hacía y decía la alcaldesa. Otras trataban de impedir dichas reuniones. Se planteó una crítica permanente sobre determinados miembros de la oposición con el fin de dinamitar continuamente toda posibilidad de acuerdo puntual en los asuntos que se iban poniendo encima de la mesa. Me encontré también con que prácticamente era la única que exponía en el grupo las actuaciones a realizar en las concejalías que yo gestionaba. Y cuando proponía mociones en torno a temas sociales, educativos o culturales, se me dejaban encima de la mesa con la disculpa de que si no iban previamente consensuadas era mejor no presentarlas a dejar que el resto de grupos se manifestará en contra de las mismas.

Confieso que pequé de «políticamente ingenua». En estos cuatro años, no me he sentido apoyada en mi gestión más que por la alcaldesa, y he tenido que sufrir la indiferencia de mis «compañeros» de equipo, así como ácidas críticas de miembros del partido por realizar una programación en la que he tratado de tener en cuenta a todos los grupos sociales de Astorga, la diversidad de intereses y una apertura cada vez mayor de la ciudad. Una programación claramente progresista. Pero cometí un grave pecado: «tener criterios propios y aceptar el consejo agentes que no eran ellos».

Esa es la realidad que hemos vivido y que, a pesar de los ataques personales, no hemos denunciado por no perjudicar más la imagen de la ciudad. Pero se acabó. Y como ¡creo! en la lealtad, considero que los errores están para comentarlos y subsanarlos, no para echárselos en cara a nadie ni para utilizarlos como arma arrojadiza. Una oportunidad que no nos han dejado.

Hay muchas más cosas, especialmente en lo referido al partido en Astorga… Pero esa, es otra historia.

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