Diario de León
León

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En estos días, los informativos nos han mostrado a los políticos haciéndose las fotografías individuales para sus credenciales parlamentarias. Si de mí dependiese, les hacía primero una gran fotografía de familia, en plan agrupémonos todos. En las democracias avanzadas decir al unísono «¡patata!» une mucho a sus señorías. Lograrlo con nuestros políticos rozaría la proeza. Aquí vamos por libre, somos más de pandereta que de sinfónica. «¿El nene puede decir pezón?», preguntaría al fotógrafo la señoría Bescansa. Por supuesto, el nene puede decir lo que quiera, que para eso no habla. Pero si admites una excepción, enseguida otro querrá decir cachelos. Y aquel de allá, bravas. Y este de acá, alioli. Tampoco falta nunca el esnob que dice «¡tubérculo!». Ahora ya en serio: a todos nos gustan los chistes malos, siempre que sean buenos. Pedro Sánchez ha intentado ser gracioso este fin de semana y no lo ha logrado. No figura entre sus cualidades. «Rajoy es el Red Bull que da alas a los independentistas», ha dicho. Absurda ocurrencia en quien quiere entregar escaños a los separatistas. Un mal chiste malo. Los políticos no suelen tener sentido del humor, quizá porque tenerlo conlleva la capacidad de reírse —sobre todo— de sí mismo. Tampoco el comentario despectivo de Celia Villalobos sobre el aspecto de Alberto Rodríguez, el diputado rastero, fue gracioso sino faltoso. Justo es reconocer que el socialista Miguel Iceta ha dejado el listón muy alto en esto de reírse de uno mismo. Su bailongo travoltero tuvo mucha gracia; el mal chiste malo de Sánchez, en cambio, ninguna.

El humor es una cualidad humana que nos distingue de las bestias. A mí un elefante nunca me ha preguntado «¿sabes aquel que diu...?». Por cierto, el domingo muchos leoneses llevaron sus mascotas a recibir la protección san Antón. Nadie llevó un osiperro, como aquel aparecido en Prioro. Tampoco un pez cometestículos, como el pescado en el Torío. Nuestra fauna ya no es la que era.

En efecto, lo de Sánchez fue un mal chiste malo. No le quitará el puesto a ningún guionista de Wyoming. En fin, como decían aquellos grandes que fueron Tip y Coll: «¡La semana que viene hablaremos del gobierno». Sí, maestros, pero ¿de cuál?

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