Diario de León
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La liebre. Álvaro Caballero
León

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Se me hace bola el primero de mayo, como los filetes con nervios, los fines de semana sin fiesta y los gin tonic con macedonia. No me pasa el bocado con el desfile de cifras de la EPA, que nos indigesta el prólogo de la celebración del trabajo con el anuncio de los 44.400 parados, el casi 50% de personas en edad de trabajar que no encuentran un contrato —una tasa de actividad por debajo de la cual sólo se encuentra Orense— y los 17.000 activos potenciales que hemos perdido en los últimos 7 años. Dicho en frío no es mucho, sólo números. Póngales la cara que usted quiera: uno de cada cinco personas con las que se cruza en la calle no tiene nómina y en 16.700 hogares leoneses no entra ningún sueldo. No está mal para continuar, pero aún hay más: desde que comenzó la crisis se han volatilizado 39.200 empleos, que ya no existen ni pueden ser ocupados por nadie, ni generar otros nuevos encadenados. Aunque podría ser peor: quedan 124 Ere en vigor y 24 concursos de acreedores en marcha. A quién le va a extrañar que en este último año hayamos perdido, suma y sigue, otros 6.217 empadronados y que en León la Edad Media —el auto corrector lo pone con mayúsculas y quién soy yo para llevarle la contraria— se aúpe ya a los 48,1 años. Ni siquiera nos queda el consuelo del síndrome de la provincia de Soria: por mucho que seamos menos, tocamos siempre a lo mismo.

Se me desgastan las muelas de tanto masticar, pero nada. No trago la situación de un mercado en el que el desplazamiento semántico ha logrado que nos convenzan de que el trabajo es un privilegio, en lugar de un derecho. Dese con un canto en los dientes, repiten. Mira la pila de currículum que hay encima de la mesa, les explican a los chavales que van a las entrevistas de trabajo, resignados a lo que les ofrezcan, porque aquí hay poco que ofrecer. Poco más que el turismo de los hosteleros de low cost con contratos de cuatro horas y jornadas de 10; el nicho de las nuevas tecnologías de los arreadores del telemárketing y las multinacionales que despachan a los nuevos licenciados con 800 euros; el apesebramiento de los enchufes en las administraciones públicas. No se queje, insisten, mientras la pérdida de poder adquisitivo avanza, la merma de derechos se asume como parte de un nuevo ciclo, aunque vayamos hacia atrás y, a cambio, las prestaciones no retributivas, como la sanidad y la educación, se recortan.

Vamos, que no pare. No os oigo remar.

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