Diario de León
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LEÓN EN VERSO. LUIS URDIALES
León

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Lo que llaman bullying va camino de convertirse en mobbing, igual que los gazapos evolucionan a conejos y las potras siempre terminan en yeguas. Los hijos del león son leones. Esta moda del acoso se ha adueñado de las edades tempranas y profana el templo de la educación, donde se mece el corazón y el conocimiento del mañana, y sólo deberían entrar el maestro y el respeto. El acoso se expandió como el gas hasta instalarse en todas las estructuras sociales para convertirse en el mecanismo de defensa más eficiente de la mediocridad. Y, lo que es peor, no deja de crecer; de ganar adeptos. Las víctimas están condenadas al destierro, como esa niña de segundo de la ESO a la que las autoridades desplazaron a un instituto ubicado en el centro de la ciudad porque en otro centro educativo, que tiene balcones a la ribera del Bernesga, se había convertido en diana de insidias y persecuciones; el sistema se defiende del acoso con doble pena para el acosado; se destierra a la víctima del hostigamiento en vez de a los que incitaron y participaron en la cacería. Catorce años es una edad ideal para ensayar cómo arruinarle la vida al vecino, con total impunidad. Catorce años es una edad ideal para que te arruinen la vida; o veinte; o cuarenta y cinco. El método de un acoso de libro, de éxito, es aislar a la presa; incomunicarla; da igual en el patio que en el aula, o en una esquina de la oficina. Y perseguir hasta laminar la autoestima; así se derrumban castillos. El colmo del cinismo es armar titulares para reconfortar a quien hace lo mismo en su puesto de trabajo. Tanto llenar la boca con protocolos, tanta pulcritud con el apostolado de la pedagogía, tanto invocar a la estructura judicial de una sociedad asentada en valores de tolerancia frente a estos delincuentes del incordio y, de premio, se lapida a la víctima. Ironía en esta tierra, tan dada a tirar la piedra. Leoneses tendrían que ser aquellos guajes que hace ya casi treinta años le gritaron a Induráin, gordo, bájate, cuando Induráin era un diamante en bruto en el taller de ensayo de Echevarri, y pasó media hora descolgado por las rampas de Covadonga, camino de los Lagos; a Induráin, que estaba por ganar cinco Tour. Cuántas veces habrás creído que te dejaron de lado porque eras poca cosa, cuando en realidad fue porque les quedabas demasiado grande.

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