Diario de León
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Don Andrés, centenario feliz en la Valduerna

E xisten tres clases de biografías que narran la vida, de un personaje determinado. La primera biografía es la que se hace por parte de algún escritor que conoció, o si fue un personaje del pasado importante, buceó en fuentes fidedignas la realidad de su vida. La segunda clase de biografías son las que hacen de sí mismos personajes o personajillos que buscan la celebridad escribiendo sus memorias, casi siempre con el fin de ganar dinero. La tercera de las biografías (que poca gente tiene), es la de personas sencillas que no han sido célebres por su historial, pero sí trabajadores, buenos padres de familia y muy honrados y queridos en la zona donde residieron. Algunos viviendo en la actualidad, éste es el caso de don Andrés Fernández Fernández que nació el 5 de agosto de 1916 en Fresno de la Valduerna. Muy joven (22 años) se casó con una jovencita de 19 años llamada Natividad Alonso Vidales, de Villamontán de la Valduerna, residieron en Posada de la Valduerna. A Andrés le tocó hacer la mili en plena Guerra Civil, siendo un barbero y un practicante experto ejerciendo sus dotes en la retaguardia. Acabada la mili y la guerra se dedicó a la agricultura en sus tierras de la Valduerna. Siempre al lado de su mujer Natividad, a la que quiso mucho. Tuvieron cinco hijos: Delfina, Laudelina, Alicia, Julián y Benigno. Cuando tenía 59 años quedó viudo, luego se jubiló y fue a pasar los inviernos a Benidorm, donde vivía un hijo y allí conoció a Enedina Junco Alonso. Como no les gustaba la soledad a ninguno de los dos se hicieron compañeros sentimentales y vivieron juntos 25 años. En su matrimonio anterior estuvieron juntos hasta que la muerte les separó, en esta circunstancia les separarían los familiares de Enedina, pues no querían más que llevarla a una residencia, así que su historia sentimental acabó estando los dos vivos y coleando, aunque muy ancianos. Andrés ha tenido diez nietos y tres biznietas. En 1986 fallece su hija mayor Delfina y 4 años más tarde su yerno Evilio Huerga, dejando huérfana a su única hija, Yolanda, que quiere a su abuelo Andrés con locura y le atiende muy bien cuando la corresponde.

No hace falta inventar la penicililina, ni la televisión para tener una vida sencilla, honrada, respetable y longeva pues mañana cumplirá 100 años, en plenitud de sus facultades, juega a la brisca, al tute y al cinquillo como el más experto jugador. Su nieta Yoli, que es mi nuera, y todos sus familiares y gente que le conoce le deseamos que siga viviendo con salud los años que Dios le conceda.

Manuel Alonso Pérez. LEÓN

Sobre el accidente que causó el tren turístico

P or medio del presente escrito se quiere dejar constancia de la queja sobre la información en relación con el triste fallecimiento de mi hermano José María Gallego Botas. Para la información debería resultar intrascendente la disminución física o que se desplazara en silla de ruedas, ya que desplazarse, en el medio que sea, es lo que hace cualquier ciudadano. Una persona en silla de ruedas es simplemente un peatón a efectos del tráfico. Por eso resulta inadmisible que se afirme que se encuentran en un paso de peatones José María y un vehículo, o que irrumpe en un paso de cebra sin dar tiempo al conductor a reaccionar.

Al conductor del tren turístico responsable del accidente se le ha abierto por el ayuntamiento dos expedientes sancionadores, uno por no respetar la prioridad de paso de los peatones, y otro, lo que resulta increíble tratándose de una actividad turística sujeta a autorización y control municipal, por carecer de la habilitación necesaria para conducir un vehículo que utilizan a diario cientos de pasajeros. También podrían haberse enterado de la existencia de un testigo directo, el cual estaba detenido en el paso de peatones esperando que pasara José María, y que afirma que accedió al paso de cebra con total normalidad. Si esta persona, que circulaba en motocicleta, pudo detenerse correctamente, ¿por qué no lo hizo el tren turístico?

Amalita Gallego Botas. LEÓn

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