Los otros plusmarquistas

N unca subirán a un podio porque a ellos les basta con estar a la altura de los acontecimientos. Unos cuentas cómo se hicieron combatientes del llamado Estado Islámico y otros como eludieron el combate. Las guerras siempre reclutan a sus intérpretes multitudinarios entre los pobres. Les basta a los promotores con una bandera de vistosos colores o una música adhesiva. En las Olimpiadas sigue funcionando el patriotismo y nos alegramos de que Mireia Belmonte, nuestra sirena catalana, tan rubia, tan guapa y tan sonriente, se haya traído un metal de baja aleación de los muchos que reparten en el Olimpo, pero el problema principal es por qué no se le castiga a los que nos han sumido en este largo desastre. El entramado de empresas vinculadas a Rodrigo Rato contaba con 108 cuentas bancarias en España, distribuidas en 18 entidades financieras. ¿Creen que somos tontos o que es suficiente con repartir algunas monedas sobrantes entre los cómplices más asiduos? En la degradada España sigue habiendo muchas personas decentes que se escalofrían al saber que el récord olímpico lo ha establecido el hábil futbolista Pogba, que ha fichado por el Manchester United por 120 millones. Eso si es un récord olímpico, aunque lo haya conseguido Mourinho, que siempre va a lo suyo aunque se apoye en los demás.

A escala nacional, que es la que siempre nos importa, se nos ha muerto Gustavo Bueno, hombre de tan rara doctrina, que no tenía ninguna, aunque creyera en la pena de muerte, que aplica lo mismo que sanciona. Un tipo raro. Pero también lo era Sócrates, al que le dio tiempo a ser ateo, pero no a ser marxista ya que entonces los inconsolables seres humanos aún no habían ensayado esa receta para se felices todos. Creó escuela en la Universidad de Oviedo, que es como tener discípulos en el barrio donde uno ha nacido y calles adyacentes. Un buen hombre sin duda. Aspiraba no sólo a entender el mundo, sino a que entendiéramos los demás.