Diario de León

TRIBUNA

‘The new’ PSOE y el incierto devenir de España

Publicado por
Andrés Mures Quintana analista político y experto en Relaciones Internacionales
León

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S i echamos mano de la hemeroteca más reciente (dos, tres meses no más) nos sorprenderíamos de la cosas que se decían de Pedro Sánchez no-no. El pasmo viene motivado por lo que aconteció recientemente en las elecciones internas que celebraron los socialistas. Nadie va a negar que pocos apostaban por el ex jugador de canasta, donde parece que logros del pasado en la cancha oscurecen la trayectoria política de este hombre inmerso de forma perenne en la senda errática.

Del sorprendente resultado por el que Sánchez (contra todo pronóstico) barrió literalmente a la reina del Sur, cabe deducir que en política nada es real hasta el último suspiro. Ni encuestas, ni declaraciones grandilocuentes de santones, ni la bendición de papal si ello tuviese lugar en postrer instancia. Lo que algunos poníamos encima del tapete unas cuantas semanas antes de la carambola sanchista, es que si ésta tenía lugar (cosa improbable pero no imposible), las cosas se podían poner bastante cuesta arriba en el panorama política de los tiempos venideros, sobre todo porque Sánchez había ya dado muestras más que suficientes de que es en realidad un dinamitador del sistema.

Zapatero también lo era, pero más pacato, más encogido (no más prudente, que es otra cosa). Han bastado un par de semanas para ver de nuevo el perfil avasallador de Pedro no-no y su afán de revancha frente a los adversarios. Y también (y era perfectamente previsible y algunos lo advertíamos) que en poco más de cuarenta ocho horas se daría el pico con el comunista de la coleta. Los hechos de los últimos quince días hablan por sí solos, no es preciso ni incidir en la cuestión ni recalcar con ahínco. La pregunta ahora, que quisiéramos fuese lo más amplia posible, es «qué va a hacer y qué pretende este hombre», sobre todo viendo lo que ha hecho en pocos días y observando (no sin recelo) los adláteres de los que se ha rodeado como escudo protector, o como arma arrojadiza, vaya usted a saber.

La magistrada metida a portavoz ya sabíamos lo que daba de sí. Redactando sumarios no muy complejos va dando la talla con reparos, pero realmente dista años luz de hacer sombra a Castelar. La asturiana Lastra, ya el primer día que osó levantar tímidamente la voz, verdad es que se oyó hasta en el entiplano boliviano. Dios mío, qué nivel Maribel, que diría el castizo. Ya no digo Castelar o Azaña, sino Calvo Sotelo, González o mismamente el eximio Guerra, enrojecerían de vergüenza ajena. Y finalmente la efigie rotunda del señor Ávalos.

No sé ciertamente de sus otras habilidades, que a buen seguro tendrá el señor diputado, pero la verdad, la oratoria o la cuestión de hilvanar cuatro pensamientos mínimamente coherentes no es su fuerte sin duda alguna. Con estos mimbres, la ayuda imponderable de la incombustible señora Narbona, o las piruetas del señor Borrell (lo que decía antes y lo dice ahora), parece que don Pedro Sánchez quiere encarar la nueva etapa del partido socialista. Esa nueva izquierda, que probablemente ni él mismo sepa exactamente qué significa ni qué deriva puede tomar. Los cariños más que efusivos con el de la coleta y sus mariachis, aplaudida la pose por un Ávalos pleno de entusiasmo, desconcierta y preocupa. La socialdemocracia que con tanto esmero (y acierto en bastantes ocasiones, no siempre) cultivó Felipe González, incluso Guerra en sus primeros tiempos (1982-86), ayudado por Solchaga, Maravall, Solana y otras figuras de un socialismo que Zapatero desparramó por la alcantarilla, parece que tiene los días contados.

El primer envite que ha dado Sánchez, ha dejado patidifusos a los mandamases de Bruselas, inclusión hecha de sus compañeros socialistas europeos. El Comisario Europeo de Asuntos Económicos Pierre Moscovici se apresuró a venir a España para ver qué era lo que el nuevo secretario general perfilaba con esa negativa a aceptar el Tratado Ceta con Canadá. Hasta la baronesa del Sur sudó tinta cuando comentó el affaire en presencia de este ex ministro francés de Economía y Finanzas que dejó huella de saber hacer, aunque también es conocido porque suele guardarse ases en la manga y sacarlos en momentos sublimes para hundir a sus enemigos. Desde luego, el concepto que se llevó de Sánchez, a juzgar por los mentideros de la capital belga (los políticos son raza cotilla por naturaleza), no fue precisamente para hacerle carantoñas en el próximo encuentro si éste llega a producirse en alguna ocasión. España tiene en este momento problemas de grueso calado que ha de resolver, o al menos afrontar en los meses venideros. Por una parte sortear la locura catalana; más valdría decir la ignominia de un puñado de políticos catalanes, muchos de ellos inmersos en el lodazal de la corrupción, a los que no les tiembla el pulso a la hora de llevar a sus conciudadanos al matadero, poniendo a la mayoría de la sociedad catalana en una situación más que comprometida, sin contar los desperfectos económicos que este afán soberanista puede producir a corto plazo en Cataluña. Nada parece importarles en una deriva alocada y carente de la mínima dosis de prudencia. Una postura donde ni Sánchez ni el propio PSC se han definido con claridad. Además, Mariano y su gabinete (con dos reprobados en sus filas) da bandazos de acá para allá. Muchos tenemos curiosidad por ver cómo el Ejecutivo afronta el desafío soberanista de Puigdemont y sus acólitos. Con gente como Catalá y un individuo como Montoro, que en cualquier país medianamente normal hace tiempo que hubiera sido cesado de manera fulminante, se hace muy cuesta arriba llevar a buen término políticas coherentes y dinámicas.

La situación internacional dista de encontrarse en su mejor momento. Trump (otra sorpresa mayúscula de la que muchísimos no se han/no nos hemos recuperado), sigue haciendo de las suyas. Primero la reciente reunión del G-20 y su periplo europeo, donde dejó clara constancia de lo que es: un patán con suerte metido a político. Luego su viaje a Oriente Medio y la venta masiva de armas a Arabia Saudita, calentando una olla que está a punto de estallar. Finalmente las bravatas frente a otra mente enloquecida como es el presidente norcoreano. Con este panorama allende fronteras y dentro con Sánchez, el comunista de la coleta, sus lacayos, y la murga catalana, cualquier presidente estaría haciendo horas extras; el nuestro, nuestro simpar Mariano, rodeado de Maricospe, la bailarina del despacho barcelonés, un crecido y chulesco Bárcenas o el vampiro Montoro, sigue fumándose un puro como si tal cosa. Hasta don Quijote se sentiría inquieto, sin duda.

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