Diario de León

SEGURIDAD Y DERECHOS HUMANOS ?ARTURO PEREIRA?

Sobre el glamour

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León

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E s conocido por todos que Séneca además de un gran pensador era un soso. Defensor de las teorías estoicas anhelaba la paz y tranquilidad mediante el desprecio de las pasiones provocadas por los sentidos. Hoy sería uno de los apologistas que defienden un modo de vida radicalmente sano.

No es que yo pretenda inducir a conductas perversas o que atenten contra la salud, Dios me libre. Pero si defiendo el valor de los sentidos como motor de la experiencia vital que afirmaba Kant. Los sentidos nos permiten acercarnos a la realidad y según los utilicemos nos situaremos más cerca del paraíso soñado o del infierno temido. Es más, negarnos a su uso puede ser todo un sendero hacia el infierno.

Nuestra sociedad está acorralando la percepción sensitiva. Para percibir, sentir y valorar se necesita tiempo. Nuestra época será recordada por la negación del tiempo, de la capacidad de vivir lo sublime, de sentir intensamente y al mismo tiempo disfrutarlo. No me refiero a lo que está de moda consistente en vive y no pienses más. No, rotundamente no, lo que afirmo es que debemos deleitarnos con los placeres que están a nuestro alcance a través de los sentidos.

Me niego a rendirme sin luchar a un modelo social impuesto por integristas neoconversos a la religión de lo «healthy» que cada vez exprime más la privacidad de las personas, que busca la eternidad y eliminar todas las enfermedades. No quiero vivir eternamente, ni siquiera eternamente sano y que la única opción que me quede sea morirme de aburrimiento. En el futuro tendremos los cementerios más plastas de la historia. Actitudes vitales como el fumar que definieron toda una forma de vida están siendo excluidas de nuestras vidas. Cuando un adolescente se iniciaba en el ritual de compartir tabaco suponía su aceptación en el grupo de los adultos. Hace no muchos años fumar significaba algo. No se puede imaginar a Clark Gable y Ava Gardner en Mogambo sin fumar, simplemente esta película carecería de una parte de la estética que la hizo única.

Fumar es ago más que un acto mecánico de inspirar e espirar humo. Representa un lenguaje gestual que va más allá de un acto mecánico. Se pueden decir muchas cosas con un puro en la mano sin pronunciar una sola palabra. Maldecir el tabaco es ignorar una parte de la historia de la humanidad. Más allá del siempre pragmático pero legítimo negocio, el tabaco ha sido un aspecto fundamental del glamour.

No es frívolo el término si lo analizamos en su justa medida. Glamour es cultura, intelecto, educación, estética, valores, formas y generosidad para compartir todo ello. Los puros, máxima expresión del tabaco, desde el inicio de su elaboración están genéticamente marcados para cumplir la función del disfrute humano.

Cuenta la leyenda que en la región nicaragüense productora de puros de Estelí una bella mulata se convirtió en la más famosa torcedora de la región porque no utilizaba para la elaboración de los puros una mesa de madera sino su pierna derecha, unos centímetros por encima de su rodilla. Se cuenta todavía por la región que los puros que salían de sus manos estaban impregnados de aroma de teca y sándalo, lo que hizo enloquecer de amor a más de un cliente.

Aquí nos topamos con el aspecto clave de la cuestión. Estoy decididamente en contra del vicio en cualquiera de sus manifestaciones. Fumar en exceso o ser esclavo del vicio de fumar es una alienación más de la persona que bien podría haber incluido Marx en El Capital. Yo defiendo la mesura que es compañera inseparable del placer.

Ya casi no quedan ocasiones donde disfrutar de un buen puro acompañado de un magnífico brandy. Es una sentencia rotunda y llena de tristeza. ¿Dónde quedan esas sobremesas en las que se filosofaba, se hablaba de negocios o simplemente se compartían confidencias disfrutando de tales bienes fruto de la inteligencia humana en su ejercicio de dominio sobre la naturaleza?

¿Es que no vamos a conservar nada bueno del pasado? Afortunadamente todavía queda algo de esperanza. Algún que otro romántico y apasionado por el buen gusto queda vivo. No se sabe muy bien qué inspiración divina ha llevado a un grupo de perdidos en el universo del tiempo a poner en el mercado un brandy, de Jerez y berciano. De nombre complejo, como los buenos vinos, Ximénez- Spínola-Devicio. Fruto de la confluencia idealista de los descendientes de nuestro insigne general y varios bercianos, que aunque no combatieron en los Tercios de Flandes, han servido y sirven bien a su patria produciendo manjares de tal entidad.

Personajes que han tenido la visión de parar el tiempo y colocarnos doscientos años atrás para que podamos comprobar que se puede vivir sin tópicos y sin necesidad de comprar el tiempo. Compartir este brandy y puros nicaragüenses importados por la última compañía tabacalera española con personas de todo el mundo, es una experiencia que me recuerda a los viajes de nuestros exploradores del siglo XIX. Ellos experimentaron las primeras sensaciones producidas por sus descubrimientos geográficos y humanos.

No pretendo suscitar ningún vicio más allá del disfrute prudente y responsable de los iconos del glamour aquí expuestos. Se puede fumar un buen puro y beber un excelente brandy y vivir muchos años como lo demostró Winston Churchill, quien murió a la edad de 90 años sin que se le escapase un buen puro ni una magnífica cosecha de lo que fuera.

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