Diario de León
León

Creado:

Actualizado:

La hornacina del cristo de Matasiete se usaba como faro para iluminar la agonía de los vecinos del barrio. Se encendía la lamparilla de aceite vacilante para dar pábulo a la imagen de la Buena Muerte, cobijada en el soportal de la casa que hace de estribo en la bajada desde San Martín, y todos los habitantes sabían que alguien andaba a punto de apagarse. Pero esta vez no hubo testigo. No se avisó, ahora que se han perdido los códigos que convirtieron el casco histórico en un territorio mítico preñado de leyendas. Por eso, sin luz para guiarle, a tientas, en la esquina opuesta, donde se desbarranca la plaza Mayor por las escalerillas para fugarse del viejo León, entornó los cuarterones Alfredo Méndez, el último de los cinco hijos del tío Benito, y se llevó consigo la memoria tabernaria que condensa uno de los capítulos más auténticos de la historia de este pueblo grande.

Alfredo deja huérfana la pizarra en la que cada semana cincelaba a mano los resultados de la quiniela. Ahí, había vuelto a escribir el nombre de la Cultural, tantos años después de aquellas tardes en La Puentecilla, donde se sentaba en la grada rodeado de ciegos a los que adornaba el partido hasta hacerles sentir que lo veían. Personaje con derecho a trato de autoridad, su criterio se buscaba para discernir pleitos semánticos sobre el nacimiento del término Barrio Húmedo, la aparición de las tapas o la veracidad de leyendas como la que construyó para convencer a las madres en estado que querían tener hijas de que sólo necesitaban ponerle flores a la imagen de la Virgen que hay en el dintel de las escalerillas, esa misma cuyo candil encendió su padre durante años. «Hubo 13 nacimientos de niñas así y paré de contar», citaba, socarrón, sentado a la mesa corrida que resume la filosofía de Casa Benito.

Su muerte priva al Húmedo del guardián encargado de velar por su esencia. Justo ahora, cuando más lo necesita: cuando los tiburones nocturnos han terminado por despoblar el barrio de sus vecinos y cambiarlos por ‘pisos patera’ para camareros que no se quejan de los ruidos y alquileres de fines de semana para despedidas de soltero; cuando la barra libre dispuesta por el fin de las rentas antiguas ha expulsado a los últimos comercios tradicionales que resistían entre trapas bajadas y casas en ruinas; cuando el lobby pujante de la hostelería diseña cómo convertir la zona en un parque temático.

Quien no haya ido a Casa Benito, no sabe cómo fue León.

tracking