Diario de León

Fuego amigo

Desafío en el Órbigo

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ernesto escapa
León

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En la tarde de este primer domingo de junio Hospital de Órbigo celebra con una fiesta histórica el desafío de Suero de Quiñones, segundón de la casa de Luna que pasó el mes de julio del año jacobeo 1434 apostado en el puente más hermoso del Camino, empeñado en pelear rompiendo lanzas con los caballeros que osaran cruzar el río por su empedrado. Aturdido de amor y con una argolla al cuello, se plantó con nueve de los suyos dispuesto a romper trescientas lanzas, aunque tuvo que suspender la liza a los treinta días, después de trizar ciento sesenta y seis y resultar herido. Sin embargo, el alarde pasó a la literatura caballeresca y desde 1997 inspira una fiesta regional muy concurrida. El mismo Cervantes se refiere a este episodio desmesurado en El Quijote: ‘Digan que fueron burla las justas de Suero de Quiñones del Paso’.

Las justas cumplen este domingo su veintiuna edición, propulsadas por la imagen difundida en el cupón de la Once, y tuvieron su impulso decisivo durante la alcaldía de mi condiscípulo Miguel Cordón, quien trajo a pregonar al palenque a la ministra de Cultura Carmen Calvo. Entonces se remataron por fin las obras de reforma e iluminación del puente, quizá el más espectacular y monumental de la ruta jacobea. Son días de jolgorio en Hospital, con mercado, desfile de antorchas, artesanía y animación callejera, que tratan de resarcir la precariedad del quinto centenario, celebrado en 1934 y muy perjudicado por la falta de fondos. Su único dispendio fue el lujo altisonante de los folletos conmemorativos. Entonces se dio una calle a don Suero de Quiñones en León y se llegó a colocar la primera piedra de un monumento, cuyas trazas quedaron reducidas al dibujo de los bocetos expuestos aquellos días en el consistorio.

También llevó la comitiva del festejo con aquel impulso centenario y aprovechando la vía estrecha de Palanquinos, una lápida hasta la fortaleza del pueblo terracampino de Barcial de la Loma, lugar donde don Suero concluyó sus días el 11 de julio de 1458, ante la furia recocida durante un cuarto de siglo de Gutierre de Quijada, agraviado por el rencor de aquella derrota en el Paso Honroso. Durante algún tiempo perpetuó el hecho una cruz suntuosa y campestre, que los barcialeños bautizaron como Cruz del Muerto, pero que acabó abatida en una cosecha codiciosa de cereales de aquel áspero secarral mediante con Castroverde de Campos. Tampoco la memoria lapidaria prendida sobre el muro de la fortaleza tuvo más aguante, pues pronto se desprendió la cartela, malhiriendo a un barcialeño acoplado a su cobijo. Años más tarde, un caballero de asperón, situado en el puente sobre el Esla de Benavente, se identificará con aquel anhelo estatuario de perpetuar la hazaña de don Suero.

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