Diario de León

cuerpo a tierra

Paisanos protegidos

Publicado por
antonio manilla
León

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Hemos de reconocer que, hasta hace no muchos años, León era desganadamente ciudad. Sin ninguna pasión, podría decirse que era un lugar de reunión y convivencia de los naturales de innúmeros pueblos. De esa condición un poco bastarda, donde se entreveraba lo burgués con lo rural, sin mezclarse demasiado, hoy apenas quedan cosas, salvo en unos pocos barrios. Aunque uno echa de menos muchos detalles perdidos, que acaso debieron conservarse, tampoco abomina de esa capa de modernidad puesta sobre los hombros no tanto por el tiempo, ese pintor, sino más bien por las diversas corporaciones municipales que, con mayor o menor tino estético —y en ocasiones ninguno—, han patroneado la nave de la ciudad.

Si bien es cierto que aún perviven algunos jalones, no lo es menos que requerirían algún tipo de figura de protección, sobre todo porque estamos viviendo el finiquito de lo rural que tanta importancia tuvo en la configuración del cuerpo y del alma urbana que hemos heredado. Acaso, en un corto plazo, alcanzarán a ser motivo de orgullo y lugares de obligada visita para el turista. A los pueblos, habitados ya casi solo por ancianos, parece que les queda una esperanza de vida que ya se mide en lustros. Con su desaparición, podría perderse también eso que algunos denominan una seña de identidad de lo que esta ciudad fue durante todo el siglo xx. Y no me refiero únicamente a conservar cosas concretas, sino sobre todo a un patrimonio espiritual: la certera visión del paisano, mientras algunos paisanos todavía están entre nosotros.

Y es que uno piensa en ocasiones que nos modernizamos tanto que lo hacemos sin tino y de un modo poco cabal. Convendrá el lector conmigo que una cosa es hacerse las uñas y dejarse barriga, y otra muy distinta practicarse una cirugía plástica de esas que luego no te reconoce ni la madre que te parió. El tempo, el ritmo, en asunto de cambios, es asunto fundamental. Ahora que somos frenéticamente ciudad, sembrada de carriles para las bicis, zonas azules y pedestres, entornos arquitectónicos adaptados al turismo y manjar de reyes, sería adecuado que nos parásemos a meditar un instante qué es lo que se pierde, qué es lo que ya está amortizado y qué es de entre lo nuevo puro postureo. Que intentemos conservar esa mirada entre escéptica y socarrona de los paisanos, antes de que sean paisanos de antaño…

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