Diario de León
Publicado por
LA GALERNA ANA GIL
León

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Amí esto de la DGT y los nuevos límites de velocidad me recuerda al chiste sobre aquel hombre que conducía su coche y, por el camino, se iba encontrando señales de tráfico que le invitaban a reducir la velocidad a 90, a 60, a 50, a 20, hasta que, ya al borde de un ataque de nervios y con el coche a punto de pararse, se encontró con un cartel que ponía ‘Bienvenidos a Reduzca’. Es un chiste malo, casi no hace ni gracia, por eso se me parece tanto a la nueva reducción que ha impuesto el Gobierno.

A partir de hoy, el límite máximo de velocidad es de 90 km/h en todas las carreteras convencionales para coches, motos y autobuses. Y yo me pregunto si esto es de verdad tan importante como para gastarnos 440.000 euros en cambiar todos los indicadores de las vías en cuestión.

Dice Tráfico que la intención es que se reduzcan las muertes en carretera, cuyo causante principal es el exceso de velocidad. Y yo, por supuesto, apoyo todas las medidas que vayan en esa dirección, faltaría más. Es sólo que, como siempre en estos casos, me asalta la duda.

Me pasa igual con los radares. En principio, están ahí puestos por nuestra seguridad, pero algunos se esconden en sitios sospechosos porque, al menos para el entendimiento de alguien más o menos corriente como yo, no parecen ubicarse en sitios donde haya muchos accidentes. Parecen más bien puestos ahí para pillar a incautos y rascarles el bolsillo a conciencia.

Yo vivo junto a la plaza de un pueblo. Aquí se juntan niños de varias edades muchos días y más en verano. En los accesos a la plaza hay indicadores de 30 kilómetros por hora que casi nadie cumple, con el peligro que eso conlleva para los niños que juegan en las cercanías. Eso me parece un peligro real, pero aquí no ha venido la DGT, ni nadie, a poner un radar que vele por su seguridad. Ni tampoco se le espera. Claro, que se me ocurre que aquí a lo mejor no interesa para un centenar de coches que pasan al día.

Dicen también que con esta nueva medida España se equiparará a otros países europeos. Y está bien, pero podíamos fijarnos en otras cosas que no nos vendría mal copiar. También por nuestra seguridad y por nuestro bienestar.

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