Diario de León
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AQUÍ Y AHORA ANTONIO PAPELL
León

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L a OCDE ha publicado este mes de abril un singular informe titulado ‘Under Pressure: The Squeezed Middle Class’ en el que esta organización, fundada en 1960, que agrupa a 37 democracias con economía de mercado, pone realmente en cuestión el sistema establecido, proveniente del llamado consenso socialdemócrata establecido después de la Segunda Guerra Mundial. La tesis del informe, referido al conjunto de países miembros (y no solamente a España) es clara: la clase media, núcleo central de nuestras democracias, está retrocediendo en lugar de avanzar, y ello explicaría el desapego de la opinión pública con respecto al sistema establecido y su inclinación cada vez mayor al populismo.

El fenómeno puede ser cuantificado. El informe de la OCDE considera clase media la formada por hogares con rentas entre el 75% y el 200% de los ingresos medianos del país. En el caso de España, un hogar unifamiliar sería clase media si ingresase -después de impuestos y transferencias- entre 11.400 y 30.400 euros anuales; una pareja con dos hijos sería clase media si ingresara entre 22.800 y 60.800 euros anuales. Pues bien: según el referido trabajo, en los años ochenta, la clase media comprendía el 64% de los hogares de la OCDE; hoy, apenas alcanza el 61%. Además, de esos tres puntos porcentuales de retroceso, solo dos puntos son inquietantes porque representan el empobrecimiento de un segmento que se ha descolgado, y el otro se corresponde con un incremento de la presencia de rentas altas. En el caso concreto de España, la situación es algo peor: el peso de la clase media ha descendido en cuatro puntos porcentuales. El hundimiento no es aterrador, pero se combina con otro fenómeno que produce malestar: el acceso hasta la clase media es cada vez más difícil para los jóvenes: si en los años ochenta, el 66% de los jóvenes eran clase media, hoy sólo lo son el 58% (por el contrario, el porcentaje de ancianos que han accedido a la clase media es mucho mayor). Y sin embargo, no estamos ante un problema de simple redistribución: según el informe, y como ha explicado en una magnífica síntesis Ángel Martínez Jorge, en España la clase media recibe en forma de transferencias algo más de lo que abona en concepto de impuestos, mientras que en la OCDE este saldo es cercano a cero. ¿Qué ha ocurrido, pues? Dos cosas: primero, que cada vez resulta más oneroso, en términos de formación y habilidades, llegar a ser clase media; y segundo, que uno de los gastos básicos de la clase media -la vivienda- ha disparado su precio.

Según esta tesis, que parece simplista, la proletarización y la mayor dificultad para acceder a la categoría privilegiada de clase media, que aseguraría la integración de las generaciones emergentes, tropezaría con obstáculos prosaicos, menos sofisticados de lo que nos creíamos. Pero en realidad la tesis resulta muy verosímil. Por una parte, tenemos que mejorar a toda costa la formación para incrementar la empleabilidad. Sin olvidar que el FMI y otras instituciones supranacionales nos avisan de que nos estamos aproximando al desempleo estructural, lo que nos obligará a instaurar alguna fórmula de renta básica universal que impida a quienes no accedan a un empleo caer en la indigencia. La vivienda -de la que depende la emancipación personal de los jóvenes- sigue siendo un problema de muy difícil solución, que de momento sólo dejará de serlo si las administraciones se dedican masivamente a crear parques de viviendas sociales en alquiler para jóvenes. De esto deberíamos estar hablando en estas vísperas electorales

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