Diario de León
Publicado por
R. de Garnica | Profesor jubilado de gestión de vida silvestre
León

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orren vientos turbulentos para la actividad cinegética en nuestra comunidad autónoma y se hacen más turbulentos cuando se ignora deliberadamente la verdad buscando que ésta no nos estropee un titular.  

El mundo de la caza es muy complejo y diverso, tanto como los territorios sobre los que se asienta, las especies sobre las que se practica, los hábitats de estas o los hombres que la llevan a cabo. Pero también es compleja en sus prácticas, lenguaje, estudio y conocimiento, técnica y modos de gestión. Se hacen muchas consideraciones morales y filosóficas sobre la caza pero la inmensa mayoría de los que las hacen ni siquiera saben de la existencia del trabajo del filósofo Ortega y Gasset sobre la caza.  

Los que ignoran todo o su conocimiento sobre la caza está viciado la simplifican de tal modo que la reducen a matar animales. ¿Quizá entonces un matadero de pollos sea un coto de caza?  

Sin duda la caza lleva la mayoría de las veces, aunque no siempre, a la captura y muerte del animal, pero como dice Ortega «...se mata por haber cazado , no se caza por haber matado». Matar por matar ni es bonito ni es divertido, simplemente culmina ciertos actos cinegéticos. El cazador que piense o practique lo contrario es un enfermo y un peligro social y mi propia experiencia con un único caso, me lo confirma. A he visto sufrir a cazadores por tener que rematar una pieza herida.  

En algún lugar don Miguel Delibes escribía algo así como que cuando disparaba a una perdiz, esta pasaba instantáneamente de ser un ave a ser un bodegón, y añadía: «No me gusta la caza mayor porque no me gustan los ojos de los animales cazados».  

La proximidad filogenética nos hace compartir más sensaciones con un corzo que con una trucha, pero no es más cruel el que dispara a un conejo para cazarlo que el que pisa un sapo porque le repugna, el que atropella aposta un erizo en la carretera o el que fumiga el seto de su jardín sin importarle las aves que mueran.  

Pero, ¿por qué no nos importa que se elimine a los topillos que son tan «adorables» como cualquier ratoncillo que sale en los dibujos animados? Sin embargo también existe la caza sin muerte como la captura de aves con redes, para anillar. Caza sin muerte es la de censar con perros de muestra las poblaciones de perdices o urogallos en las montañas o de becadas en el bosque. Caza sin muerte es trampear osos o jabalíes para ponerles collares de radioseguimento. Caza sin muerte es la que se lleva a cabo en los concursos de trabajo de los distintos tipos de perros de caza y... hay más.  

¿Erradicar la caza erradicaría la muerte de los animales cinegéticos o cazables? Ciertamente no.  

Si las poblaciones se disparasen habría que hacer «controles poblacionales» que ya se hacen incluso en los parques nacionales tanto en España como fuera de ella. ¿Le ha preguntado alguien a alguna paloma, a un estornino o a un jabalí si prefiere morir en un control poblacional, en una cacería tradicional o a manos de un halcón o un lobo?  

¿Le ha preguntado alguien a los que trabajan en la industria del cerdo ibérico que les parece que reaparezca la peste porcina?  

¿Le han preguntado a un rebeco, a una cabra montesa o a un venado si prefiere morir lentamente por una epidemia de sarna, provocada por la superpoblación, o por un disparo?  

¿Qué debería hacer Fomento con los conejos que dañan las infraestructuras del AVE o las autovías? ¿Dejarlos correr o eliminarlos? ¿Y con los daños en los cultivos? ¿Qué piensa de la caza el que ha tenido un accidente de carretera con un ciervo?  

¿Aumentarían las poblaciones de la especies cazables? Pues una sí —las sometidas a excesiva presión— pero otras no, como ha sucedido con la perdiz pardilla que, pese a la protección, ha disminuido por la desaparición de la agricultura y gran parte de la ganadería de montaña.  

Los movimientos anticaza de variada condición sociopolítica buscan en este territorio ensayar las batallas que les indiquen el camino a seguir para una ofensiva definitiva. Pretenden, mediante una estrategia de desgaste hacia los puntos débiles de la actividad, y revestidos de la ley, obligar con la ley a que los demás hagan lo que a ellos les gusta y que los demás, también mediante la ley, dejen de hacer lo que les parece correcto, incluso conveniente y que les gusta, porque a ellos les disgusta  

No se pretende eliminar la muerte porque ésta es de uno u otro modo inevitable. Se quiere eliminar la caza como práctica que arranca de lo ancestral y es herencia cultural. Mientras, los empleados estatales seguirán matando, no cazando lo que sea necesario y el contribuyente no cazador pagando. Esto deben reflexionarlo los cazadores, los anticaza y la administración buscando desterrar rutinas apolilladas, recordando que en temas medioambientales no debemos ir hacia atrás sino hacia adelante. Sin agotar el tema hay que concluir. La caza no es ni buena ni mala. Solamente se puede hacer bien o mal, sobre especies adecuadas o inadecuadas, sobre poblaciones florecientes o en declive y... lo más importante, de modo sostenible o insostenible. Elijamos todos el modo sostenible y seguramente no nos arrepentiremos.

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