Diario de León

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Engañabobos

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SE ha inaugurado el Simo 2002, feria internacional en la que más de 800 expositores universales de informática, multimedia y comunicaciones muestran sus últimas novedades. Con tal motivo, ayer publicaba El País un suplemento en el que se daba cuenta de los 41 parques científicos y tecnológicos que existen en España. El de León no aparecía ni en los pliegues del mapa, pero sí el de Boecillo, sito en Valladolid, al que la Junta no se ha cansado de inyectar, en vena o intramuscularmente, vitaminas económicas, lo que le permite mantener, al día de hoy, 7.000 puestos de trabajo. No sé por qué costado meter el rejón de la crítica. Creo que el tema es de tal envergadura, que puede sintetizarse en esta disyuntiva: Depende el futuro industrial de León de si hay o no parque científico y tecnológico. Así de claro: O León se agarra a la mejor aurora científica y tecnológica, o esta ciudad y provincia quedará como rincón sereno para turistas de fin de semana o como escondite de jubilados. El informe de El País me ha cabreado, no por lo inexacto, qué va, sino por las consecuencias. Haré un poco de historia: en 1990, la Diputación y la Universidad de León pusieron en marcha el Parque Científico, con un objetivo: crecer y transformarse en Parque Tecnológico. Dio los primeos pasos, pese a las zancadillas de la Junta, gobernada por el PP -como hasta hoy- y con consejeros de Economía de León. Siempre ha sido así. Uno de ellos, si no me falla la memoria, Fernando Bécker, llegó a declarar que no habría en la Comunidad más que un Parque Tecnológico: el de Boecillo. Tenía mandato político. Sólo así se justifica que rompiera todas las lanzas por Boecillo, cuando el Parque Científico de León recibió mejor nota de la Comisión de la UE. El aval de Europa ni siquiera lo contempló la Junta, que continuó invirtiendo miles de millones en Boecillo y pura calderilla en León. La Diputación, después del 91, también se arrugó. Como la Universidad. No aprovecharon la promoción del Parque Científico y con su indolencia permitieron la pérdida de ayudas y que algunas empresas se trasladaran a Boecillo. Aquí quedó una empresa emblemática, que no sucumbió a nada: ni a los cantos de sirena, ni a las subvenciones. En como un símbolo: la empresa Proconsi, única que apostó por el desarrollo de sofware sin mudar la piel. El Parque Científico continúa como una entelequia en el panorama leonés. Ahora la Junta se descuelga con hacer un parque empresarial en Armunia. Otra fuga de viento. El eterno engañabobos. Se me antoja que es un argumento más para no desarrollar el Parque Científico. Sobran elementos y falta decisión política, en la que deben de terner arte y parte Diputación y Universidad. Quizá estemos ante la última oportunidad de desarrollo industrial. Y eso es lo auténticamene serio, no que el ministro Álvarez Cascos vuelva hoy a León para agotar el carrete de fotos de cualquier redactor gráfico.

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