Un librín

Dice Cantalapiedra que ha escrito un librín. Lo dice con ese diminutivo tan entrañable, que no es realmente un diminutivo, sino un hallazgo mágico de este pueblo nuestro que doma el frío con palabras. Jesús Cantalapiedra era un excelente columnista de humor antes de acceder a la concejalía de Turismo y Fiestas. Tenía las características esenciales para el género: sentido del gag absurdo, capacidad para lo breve y la clave: el don de la ternura. Hay un humor, profundamente español, que hunde su raíz en el sarcasmo y en el desdén. Pero el universo de Cantalapiedra es otro, porque no se concede derecho a la amargura. Detrás de su aspecto de señor maduro que en el siglo pasado debió de tener un pellizco, entiéndase que para las señoras, hay un espíritu joven que necesita realizarse en varios registros. A su edad, otros consideran que ya lo han hecho todo; él no. Cantalapiedra es un gran trabajador, cree en lo que hace y tiene ese sentido de la entrega por el que los días tienen 48 horas. Escribió El mundo según Wolf por una promesa, tras salir de un aparatoso accidente. Me alegro que prometiese escribir un libro y no irse andando a Japón o hacerse un trasplante de sexo... Afortunadamente, se comprometió a hacer lo que llevaba dentro. Un político no puede ser realmente eficaz si no es buena persona. La honradez es una obligación y un deber, pero ser buena persona es la personal epopeya de cada uno. Cantalapiedra es excelente persona, y a mí me satisface escribirlo en estos tiempos duros y en las fechas en las que entramos. Seguro que su librín, que hoy será presentado en El Corte Inglés, tiene el toque Canta.