Diario de León

Guerra del PP: el tándem pernicioso

Publicado por
Andrés Mures Quintana, analista político y diplomado en relaciones internacionales
León

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En el artículo que publiqué en estas siempre acogedoras páginas del Diario en abril del pasado año bajo el título La batalla de Madrid , intuíamos que dada la calamitosa deriva del Gobierno Sánchez-Coletas, solamente un triunfo de Isabel Ayuso en las elecciones a la Comunidad madrileña que estaban a la vuelta de la esquina, podría en alguna medida detener la destrucción que Sánchez y sus acólitos llevaban perpetrando desde hacía casi dos años. Afortunadamente para Madrid y también para España entera, Ayuso se alzó el 4 de mayo con una victoria rotunda sobre las huestes de una izquierda cainita y radical. Parecía, pues, que el PP, de la mano de Casado-Teodorín bajo el manto protector de santa Isabel, volvía a encontrar rumbo y fuerza. Sin embargo, como dice el viejo refrán (sabio como todos) la alegría en casa del pobre es poco duradera. Desde entonces acá, la figura de Isabel Ayuso ha ido creciendo de forma ininterrumpida a lo largo del país y no solamente en Madrid. Allá por donde pisa, sea León, Ávila, Segovia, Valladolid o hace poco en Roma o Nueva York, los vítores, los aplausos, los besos y los abrazos se multiplican por mil. España, ya lo dejó sentenciado el inmortal Quevedo y lo recuerda de vez en cuando el admirado Arturo Pérez-Reverte, es la cuna de la envidia y la maledicencia. Un país de porteras en palabras del siempre ocurrente y genial Alfonso Guerra. Tienen razón entrambos, sin duda. Desde su clamoroso triunfo en las elecciones a la Comunidad de Madrid, Génova («esa cueva de chiquilicuatres» en palabras de Esperanza Aguirre, siempre genio y figura) no ha dejado de poner palos en las ruedas en el caminar de la presidenta madrileña. El mismo Casado ha tirado 20 años de amistad y cariño por el desagüe. Teodorín, una mezcla tóxica de Maquiavelo y Rasputín, que nunca debió dejar la Vega Alta del Segura para dedicarse al cultivo de melocotones —los mejores del mundo sin duda—; González Terol, el guaperas de Cartagena reconvertido en madrileño provinciano, Pablito Montesinos (periodista brillante — Libertad Digital , ¡qué tiempos Pablo!—) devenido en palanganero del dúo Picapiedra, Cuqui Gamarra (vuelve Cayetana, por favor, que con ésta... ná de ná), La Camins, la Beltrán, Carromero (de anárquico deambular por la vida), Judas Almeida, y así toda una pléyade de monaguillos, correveidiles, mindunguis, estómagos agradecidos, abrazafarolas (el gran García dixit) oportunistas de salón, en fin, nada que ver con aquel PP de Aznar, Acebes y el capitán Alvarez-Cascos, que tanto lustre dio a la política nacional.

El sainete que han protagonizado estos días pasados los timoneles de Génova no tiene perdón, máxime cuando no hace ni dos semanas que pasearon a Ayuso por toda Castilla y León para salvar los muebles. Así todo, aquella apabullante victoria que pronosticaban los fontaneros de Casado se convirtió en fiasco, que no fue a mayores por el tirón de Ayuso que sostenía a un Mañueco que se iba desinflando conforme llegaba el fatídico domingo de autos. No hace falta ser un lince para sospechar que cuando Ayuso cosechaba vítores por los campos de Castilla y León eran para ella pero también para su partido, no olvidemos. Mientras, Teodorín y los suyos se afanaban en preparar la bomba de relojería que pasados unos días harían estallar en los sótanos de la Puerta del Sol. Casado es un ingenuo que roza la tontunez más acrisolada y que el puesto de aspirante le queda demasiado grande (ay! Soraya, sin amarte demasiado te echamos mucho de menos, mucho). El patán de Murcia, en palabras de un célebre y acerado periodista y comunicador, debería hacer las maletas cuanto antes y volverse a plantar melocotones y peras en la ribera del Segura. Nunca pasará de ser un provinciano con malas artes al que la capital del reino le viene excesivamente abundante; es decir, no da la talla. El resto de la fontanería ha sido arrastrada por la imagen de una Ayuso realmente cabreada, que ha contagiado a mucho PP y a más de medio país, pero sin olvidar a ese mago de la intriga y la comunicación que es el inefable MAR (Miguel Ángel Rodríguez, antiguo servidor de Aznar y coautor principal de sus triunfos) que ahora oficia como leal jefe de gabinete de la presidenta de la Comunidad de Madrid, a la que ha ayudado con arte y oficio a escalar el podio de la victoria. Un éxito que a la izquierda radical que nos quita el sueño cada día le ha encogido las tripas y a los suyos, los que más debían de quererla y agasajarla, les ha corroído la moral y los ha trastornado descubriendo lo que realmente son: una partida de gentecilla vulgar, de escaso valor político y de mala catadura en lo personal.

Antes pasará un camello por el ojo de la aguja que Casado ascienda a los cielos y reine en Moncloa. Ayuso seguirá en la senda del éxito a pesar del tropiezo. Probablemente ya no seguirá siendo necesario traer más mascarillas de China. Teodorín más pronto que tarde tomará sus bártulos camino de Cieza, de donde nunca debió salir, y el Partido Popular, con o sin Feijóo, pero tocado en la línea de flotación, tendrá que reinventarse de nuevo y mirar de soslayo el rodar cuesta abajo de la bella Inés o de Rivera antes. Escarmentar en cabeza ajena que diría el filósofo al punto.

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