Diario de León
Publicado por
Andrés Mures Quintana
León

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A la vista de los acontecimientos de los últimos días que han tenido como protagonista principal al ínclito inquilino de La Moncloa, es de una necesidad perentoria hacernos varias preguntas, que a buen seguro quedarán sin respuesta: ¿Era necesario de todo punto que Sánchez fuese a Israel a meter la pata hasta el corvejón provocando una grave crisis diplomática con este país? Parece a simple vista que su excursión con nefasto resultado a Oriente Medio estaba supeditada al papel de España como país miembro presidente de turno de la Unión. Sin embargo no era un viaje necesario, máxime con el encontronazo que ya había surgido días antes con Israel, con la llamada a consultas de su embajadora en Madrid Radian-Gordon por parte del canciller israelí Eli Cohen, lo que se ha repetido hace unos días de nuevo al haber insistido testarudamente Sánchez en criminalizar a Israel en rueda de prensa. Y es que este zoquete, no sé si aconsejado por ese monaguillo del tres al cuarto que tenemos como Ministro de Exteriores, allá donde va, bien por hecho consumado, bien porque se le calienta la boca en exceso, pone al Reino de España en situaciones tremendamente incómodas. La política exterior, en estos momentos convulsos que vivimos en todo el mundo con las guerras de Ucrania y de Gaza en plena efervescencia, necesita de sumo tacto y prudencia, algo para lo que el tal Sánchez no está en absoluto dotado, sino más bien para meterse en todos los charcos y poner en entredicho el papel de España a nivel internacional. Que un grupo terrorista y criminal como Hamás le haya agradecido públicamente «sus valientes palabras» es para echarse a temblar. Si en Estados Unidos, en vez de una momia andante que oficia de presidente, hubiera alguien cabal, estaríamos ahora mismo encogidos en espera de que nos cayera una bronca estratosférica . No quiero pensar, si con los hechos acaecidos hubiera estado Trump en la Presidencia en vez del viejecito Biden, que el pobre no distingue el día de la noche. Ya en su momento el explosivo Trump le dio un tirón de orejas al presidente español, que fue recogido por todos los medios de comunicación alrededor del planeta. Y es que este individuo, preso de un egocentrismo sin límites, que algunos calificarán de chulería indómita, no espabila ni se corrige. Traspasa fronteras y «larga» sin mesura allá donde va, creyéndose que está en un mitin en Fuenlabrada o en Alcalá de los Gazules. Yo me pregunto: ¿no hay nadie en el Servicio Exterior que le haga disimuladas señas de contención a este sujeto? Los diplomáticos españoles se han distinguido desde Felipe II por ser unos funcionarios exquisitos en su cometido, comparables a sus homólogos ingleses del Foering Office o a los muy refinados cardenales vaticanistas destinados en los cinco continentes como nuncios apostólicos. Los que hemos sufrido las rigideces extremas (bienaventuradas sin embargo) de los tribunales para ingreso en la Escuela Diplomática con desigual éxito, no podemos entender cómo un lacayo como Albares ha podido traspasar la puerta de ingreso en La Carrera. Sinceramente parece algo inaudito. O mucho ha cambiado el sistema de acceso en los últimos 30 años, o aquí se ha cometido un disparate permitiendo que una nulidad de tal calibre represente los intereses de España.

Sánchez ha provocado en estos años enfrentamientos con muchos líderes occidentales. Proverbial fue la bronca hace algún tiempo con el holandés Mark Rutte que no lo puede ver ni en pintura. En su momento la premiére finlandesa Sanna Marin igualmente lo puso en su sitio. El alemán Olaf Scholz lo soporta a duras penas; Macron simplemente lo ignora (como ha pasado hace escasos días en la reunión que promovió en el Elíseo para discutir la agenda estratégica de la Unión) y la italiana Meloni le ha dado un severo toque hace pocos días, apoyada por el ministro de exteriores de su gobierno Antonio Tajani, excelente amigo de España. Falta por saber la última palabra de la figura esencial que dirige el tablero internacional. Desde la desvergonzada hazaña de Zapatero al no levantarse al paso de la bandera americana en el desfile de las Fuerzas Armadas el 12 de octubre de 2003, los USA nos miran con desconfianza y recelo. Jamás hemos vuelto a sentir ningún afecto por parte de Washington, con lo que esto significa para cualquier país, máxime en nuestro caso, donde España miembro de la Otan y con bases estratégicas conjuntas de primer nivel (Morón de la Frontera y Rota —Cádiz—) es un referente (o ha sido) en la órbita de las democracias occidentales. Dejamos a un lado los líos con Marruecos y Argelia, que nos han costado caros carísimos. La trayectoria internacional de Sánchez es para echarlo literalmente a los leones.

La peripecia de Sánchez en Oriente Medio no va a pasar desapercibida para Estados Unidos, perfectos conocedores de que en España existe un Gobierno de corte social-comunista radical que defiende todos los valores que en Occidente se rechazan. El papel de Sánchez de puertas adentro está resultando destructivo para las instituciones del Estado e incluso para la democracia parlamentaria, pero sus descabelladas declaraciones en momentos de máxima tensión internacional nos colocan sin solución de continuidad a los pies de los caballos .

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