Diario de León

De pacto a pacto, de caudillo a caudillo

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«De pacto a pacto», «de la democracia a la dictadura». Dos frases que resumen de forma muy concisa la corta historia de nuestra ya madura democracia. Siendo más explícitos, también podría expresarse de la siguiente manera: ‘del Pacto Constitucional al Pacto de Bruselas, pasando por el Pacto del Tinell’, por lo que se refiere a la primera; y ‘de la Democracia a la Dictadura, de la Constitución de 1978 a la Amnistía de 2023’, respecto a la segunda. Ambas frases encierran un mismo mensaje, de igual modo que lo hace una tercera locución que reza así: «del franquismo al sanchismo y del sanchismo al franquismo, de caudillo a caudillo».

Pasar de un régimen dictatorial —el franquismo— a otro democrático parecía no ser fácil. Sin embargo, quienes recibieron el encargo de tan compleja tarea, con talento y decisión, e implicando sin sectarismos a personas y colectivos diversos de la sociedad española, consiguieron el objetivo propuesto: finiquitar la dictadura e iniciar —de la ley a la ley— un proceso democrático cuyo desenlace —previos Pactos de la Moncloa de 1977— fue la promulgación de la Constitución española de 1978, lo que implicó la culminación del período histórico conocido por Transición española que dejaba atrás el régimen de la dictadura del general Francisco Franco y daba paso a otro democrático bajo un régimen de Monarquía parlamentaria dentro de un «Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político» (CE, Art. 1.1).

La Constitución del 78 se convirtió así en símbolo de la reconciliación entre los españoles y abrió otro período de nuestra historia contemporánea en el que el respeto, la amistad, solidaridad, prosperidad y bienestar fueron sus señas de identidad hasta que todo empezó a torcerse con la firma de un pacto indigno, el Pacto del Tinell, que el 14 de diciembre de 2003 firmaron Pascual Maragall (PSC), Carod-Rovira (ERC) y Joan Saura (ICV-EUA). Pacto que Zapatero, siendo presidente del Gobierno, activaría cuando afirmó que apoyaría cualquier Estatuto que saliera del Parlamento catalán. En dicho Pacto los firmantes adquirieron el compromiso de impedir la presencia del PP tanto en el Gobierno del Estado como en el Govern de Cataluña y a desmontar el orden constitucional a través de un nuevo marco legal que reconociese la plurinacionalidad del Estado. Con el Pacto del Tinell se introducía en la política el entonces llamado cordón sanitario —hoy denominado ‘muro’, con el que Pedro Sánchez quiere cercar a la mitad de los españoles—, y en el que se halla el germen del Pacto de Bruselas acordado entre un falsario megalómano y narcisista y un fanático prófugo y golpista, cuyo fin es cargarse el Pacto Constitucional del 78.

Cambiar un régimen democrático por otro autocrático -el sanchismo- parece ser tarea fácil para una banda de rupturistas, frentistas y sectarios, escasos de talento, llenos de odio y con afán de revanchismo —anhelan ganar la guerra que perdieron los abuelos—, que tiene por objeto cancelar a la oposición, impedir la alternancia en el poder, demoler la nación española e iniciar un proceso desconstituyente por la puerta trasera con leyes ideológicas y sectarias —Ley de Memoria Democrática, incompatible con la convivencia y la concordia— y leyes inconstitucionales —Ley de Amnistía, que vulnera el principio de igualdad—, a fin de «establecer un régimen Federal donde España se diluye y se somete a Cataluña y vascongadas… La ley de amnistía será la primera de las leyes habilitantes de este nuevo régimen de extrema izquierda que además implica la impunidad de la clase dirigente, de los poderosos. Un régimen político hecho a la medida de la corrupción sistémica. Pero sobre todo, la ley de amnistía habilitante implica la persecución de la oposición» (I. González). «Estamos ante el intento de establecer un régimen autoritario, disfrazado de democracia parlamentaria. Sólo así el Partido Socialista puede mantenerse en el Gobierno y no parece tener reparos en llevarse por delante la convivencia entre todos los españoles para lograrlo» (F. Portero).

Si de la dictadura pasamos a la democracia, ahora de la democracia regresamos a la dictadura. O sea, del franquismo llegamos al sanchismo y del sanchismo volvemos al franquismo. De Caudillo a Caudillo. El 13 de febrero de 2019, en un artículo publicado en esta misma tribuna bajo el título Involución democrática decíamos que «volver al zapaterismo, al guerracivilismo, a los cordones sanitarios, a conformar nuevos frentes populistas y traicionar el espíritu de la Transición del 78 son claros signos de involución democrática». Y el 5 de octubre del mismo año, también en esta tribuna, en otro artículo titulado Del franquismo al sanchismo escribíamos que «nada hay más parecido a Franco y al franquismo que Sánchez y el sanchismo… El sanchismo, igual que antes hizo el franquismo, quiere imponer su ley sin contemplaciones, consolidar la sumisión y acallar cualquier voz discrepante… La Transición y la reconciliación han muerto; Franco y el Nodo han vuelto». Para Pedro Sánchez, liquidar la Transición es su obsesión y volver al franquismo su pretensión. Sanchismo y franquismo son lo mismo.

Dice Luis María Anson que «despedazada la Transición, que fue el pacto de la concordia y la conciliación entre los españoles, la sociedad ha regresado a la lamentable situación de las dos Españas, la de los garrotazos del cuadro de Goya». «Es el momento de poner en valor quiénes somos, lo que tenemos y cuánto nos ha costado lograrlo. España requiere, más que nunca, de la mayoría de sus ciudadanos para defender y sostener, cada uno en su ámbito, el edificio de la Transición, cuyas vigas están crujiendo en esta hora oscura que iniciamos» (I. Catalá).

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