Desde el principio ya se conoce el final
El título, remedando a Crónica de una muerte anunciada, es revelador. Existen dichos y refranes donde el futuro está ya escrito en el pasado. Así: «Quien siembra vientos, recoge tempestades». «Malos principios, peores finales». «Una mentira puede tapar a otra mentira, pero nunca será verdad». «Quien a hiero mata, a hierro muere».
Tiempo 1. Refrán asignado: «Quien no tiene vergüenza, ventaja lleva». Toda historia tiene un principio y un final. La simiente del principio lleva previsto, irremediablemente, el final. Es lo que da sentido al título de este artículo. Comencemos con el principio (en forma de cuento): Érase una vez una persona, necesitada de poder y gloria, frustrada ante el rechazo de los suyos porque no le concedieron aquello que tanto ansiaba, algo incomprensible e inadmisible para él, dada la grandiosidad de su estima personal. La herida narcisista iba acompañada de un rencor sordo y un deseo de venganza ante el daño injustamente causado por el rechazo. No sabéis con quien os la estáis jugando, se dijo. Vais a saber lo que vale un peine y cómo las gasto, panda de pringados, supeditados a unos principios sin futuro alguno. Puede que vuestros principios hayan sido importantes en un pasado, no lo niego, pero no es lo que se lleva ahora. Si queréis el poder necesitáis un líder como yo. Yo cambiaré el rumbo de la nave hacia un progresismo sin fin. A ver, ¿Qué es lo más importante en un partido político?, se preguntaba, y sin esperar respuesta alguna se respondía: Machacar a la oposición y luchar para llegar o mantener el poder sea como fuere. Dejaos de respeto hacia el adversario, olvidaos de la ética, que es como freno o lastre para la rodadura. Y en cuanto a la justicia, no seáis picajosos ni melindrosos, que, si Cristo convirtió el agua en vino, a ver por qué yo no puedo convertir un código en otro más acorde para mis intereses, quiero decir del partido, mentía en lo del partido. Es obvio que el personaje en cuestión conocía las tendencias poco confesables de muchos de los componentes de la organización que no hacían ascos a la manipulación de los estatutos de la misma, al arrinconamiento de los valores constituyentes, ni al empleo sistemático de la mentira. Él les convenció de que el partido se estaba convirtiendo en irrelevante, que las circunstancias habían cambiado, que hacía falta un revulsivo para que cambiase la tendencia. No lo tuvo fácil ante quienes defendían el valor de los valores y le negaron el pan y el agua. Por eso se dijo: Predicaré por doquier la buena nueva que yo represento; con la labia que tengo no me será difícil convencer a tantos y tantos que están deseando ser convencidos, los conozco. Dios los cría y ellos se juntan, estoy seguro, se dijo. Viajaré por tierra, mar y aire si es preciso, buscaré apoyos hasta debajo de las piedras, resistiré, eso, resistiré. Convertiré la resistencia en mi bandera, en el lema de mi lucha por el bien de todos, y para ello mentiré cuanto haga falta, ofreceré soluciones para todo y para todos y todas (pero sin decir ni cómo, ni cuándo, que tonto no soy). Tiempo 2. Refrán asignado: «Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces». Y logró su objetivo: le eligieron como líder. Es sabido que el drama y la tragedia tienen escrito, desde el origen, su final. Una vez que tengo las riendas, y rodeado y apoyado por lacayos a quienes he elevado a categoría de señores, tengo libre el camino hacia la (mi) gloria, se dijo, ufano y prepotente. Negar, mentir, engañar, pervertir incluso con chanchullos «legales», aprovechar cuantos resquicios me permita construir un relato progresista, en fin, todos los medios con tal de alcanzar el fin, los utilizaré sin pestañear ni mostrar repugnancia alguna. Sé muy bien que, en una banda, quien manda y dirige es quien tiene la batuta. Si alguno desafina o entorpece la marcha, le enseñaré la puerta de salida. Además, escogeré a los músicos según mis intereses y no me importa pagarles generosamente (con el dinero de todos, por supuesto) con tal de que me sirvan para lograr mi objetivo. Y si hay que retorcer, reinterpretar para cada ocasión y conveniencia, tanto la Constitución como la Justicia, pues se hace invocando una realidad nueva y una necesidad absoluta para lograr el bienestar de la población. Y comprobando que con su treta no pasa nada, acaba creyendo que lo está haciendo de cine. La Oposición y la sociedad, incrédulos y noqueados parecen estar a brevas, perdidos sin saber qué hacer ante tamaña impostura nunca vista en nuestra joven democracia. Los componentes «díscolos» de su propio partido, confundidos, colonizados, apenas si balbucean, temerosos y alelados, su desacuerdo con tales maniobras, más propias de un trilero charlatán que de un dirigente sensato y vocacional. Tiempo 3. Refrán asignado: «La avaricia rompe el saco». La tragedia (consecuencia de la manipulación descarada y la corrupción) estaba por llegar. Todo ocurrió tras unas elecciones generales de las que salió herido, pero no muerto. Fue entonces cuando puso en marcha no solo su manual de resistencia, sino todo su arsenal de manipulación y de falta de escrúpulos elementales con tal de conseguir su objetivo: permanecer en el poder. Poder para qué, con qué fin, pregunta obvia en un narciso irredento que necesita el poder para convencerse a sí mismo de que es poderoso. Total, que, si fuese necesario traicionar a España concediendo indultos a la carta, amnistías, prebendas injustificadas hasta entonces, pero necesarias y justas ahora etc., etc. pues se procedía a ejecutarlo con el mayor descaro, aunque haciendo el paripé de que iba a favor de la convivencia y siguiendo la línea de progresismo para el avance de la sociedad española. Y ésta, ojiplática, atontada o indiferente, cuando no cainita, callada como una muerta o paralizada, era incapaz de reaccionar ante tales desmanes. Si a la oposición «me la paso por el forro», y la sociedad me deja hacer sin revolverse, puedo proceder, sin vergüenza alguna, a proseguir la hoja de ruta que tengo trazada. De los desmanes, corrupciones abiertas y cerradas que jalonaron su andadura, tanto en su organigrama de mando como en su entorno más inmediato, ni les cuento. Por eso, tanto se hinchó el sapo, que reventó, dejando con el culo al aire a «los manos quemadas y cabezas huecas» de su gobierno. Ya ven, no dio resultado la fingida petición del perdón, ni el falso juramento de su ignorancia. Tiempo 4. Refrán asignado: «A todo marrano le llega su San Martín». El triunfo de la Justicia. Lo que el felón no previno fue la «acción de la Justicia», no de la justicia codificada, «judicializada», manipulada e incluso pervertida y a su gusto administrada, no. Hablamos de la Justicia que habita en el corazón de los hombres, que distingue el bien del mal, que sabe que sin ella no habrá un futuro digno, que su valor no tiene precio, que es un principio que ha estructurado su definición como sociedad. Que es, en definitiva, una cuestión de vida o muerte el protegerla para que ella nos proteja. Y esa figura alegórica, de ojos tapados que sostiene en una mano una balanza y en la otra una espada, obró el milagro, lo cual es una cuestión rayana en el misterio, pero que se produjo y acabó restaurando la sensatez y el orden dentro del desorden. Otro día les contaré todo lo que ocurrió, y «cómo se pasó su vida y cómo se vino su muerte tan callando…».