Diario de León
León

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Hay algo shakesperiano en la actual situación de Gaspart. Algo shakesperiano, pero sin tragedia, que sería indecente concederle tan definición a algo que pertenece al ámbito del mero ocio. El fútbol es el arte de la buena suerte, o de la mala. Da igual que cada español crea que merece ser el seleccionador nacional, al final todo depende del capricho de un balón, casi más que de la pierna que lo atiza, no digamos que del técnico que le grita al propietario de la pierna, o del presidente que decide sobre todas las piernas. Un poco de maña con un mucho de suerte, la que ahora le falta al Barça. Otros son mis colores, pero siento simpatía por Gaspart, siempre la he sentido. Pasó de vicepresidente un tanto histriónico a presidente sobrio y dialogante. Pero los catalanes quieren que el Barça sea algo que nadie les puede garantizar, ni siquiera un diosín catalán. Me repele ese zafarrancho de crueldades extremas. Gaspart lleva el sufrimiento en la cara, y aunque, como dije, la tragedia es otra cosa, es digno de respeto el hombre a quien los pesares marcan su rostro. Siento solidaridad hacia él y rechazo hacia quienes hacen de todo un hundimiento del Titanic. Es sólo fútbol. Bajar no es una tragedia. He visto imágenes de hinchas insultando a Gaspart hasta lo intolerable, y él mantener su autocontrol. Hay energúmenos que llevan dentro una guerra civil dormida, a la espera de ser despertada por cualquier nimiedad. Sobran catedráticos en goles. Nunca comprendí que recuperase a Van Gal, pero tampoco entiendo la teoría de la relatividad o el éxito del Aserejé. Gaspart es un caballero del fútbol. No merece el despliegue de odio que está padeciendo.

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