Arte en llamas

La noticia de que un grupo ha colocado una falsa obra de arte en el Reina Sofía y la dirección ha tardado en darse cuenta no es tan original como pueda parecer, ya se ha hecho, incluso a veces con la posible complicidad de los bedeles. Max Aub escribió un largo ensayo biográfico sobre el pintor Joseph Torres Campanals, que resultó ser puro camelo pues no existía nadie con tal nombre, pese a que incluyera obras, reseñas bibliográficas y opiniones de críticos. Y mira qué le salieron conocidos a Campanals. Aquí en León tenemos a un escritor inexistente, producto del sentido del juego de un grupo de autores. Sin embargo, pese a que todo lo dicho pone en evidencia la tenue línea que separa lo artístico de su espejismo, también puede dar pie a tonterías al estilo ese Miro lo pinta mi hijo. No conozco a ningún artista que pretenda tomar el pelo al espectador o a las instituciones que han confiando en él, aunque sí conozco varios pintores y escultores incapaces de asumir los sacrificios que la indagación personal y profesional conlleva. Cuando se supo que Ana Rosa Quintana había escrito su libro con algo más que ayuda¿ se agotó la tirada. Y es que artista no es el que se autodenomina como tal, sino el que consigue que sus creaciones sean artísticas. Arte no es una profesión o un título académico, sino una conquista. Nos van a construir un museo y ya estamos volando sus cimientos antes de que se haya inaugurado. Tiene que haber un punto intermedio entre el escepticismo de piñón fijo y la credibilidad de los mansos, entre el sí a todo y el no a nada, entre el desdén y el amén. ¿De quién es la culpa, a qué se debe este fardo de ruido y furia?, ¿cuál es la afrenta y cuál su herida?