Diario de León
León

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Lllevo toda la tarde intentando recordar la procedencia de aquella socarrona pregunta: ¿y si declaran una guerra pero no va nadie? Hace años circulaba por ahí, como una propiedad sin dueños. Lo malo es que las guerras no las declara el pueblo. La paz ha de ser reivindicada sin cartas en la manga, sin otro beneficio que la paz misma, reconociendo en cada hombre un posible hermano. Paz que maldice el negocio de la guerra, donde unos pocos forjan fortunas con el dolor de muchos. Ahora bien, estas convicciones nuestras ¿nos protegen de quienes no las comparten? ¿Sabemos todo lo que debemos saber? Sadam ya está traduciendo como victoria propia nuestro clamor pacífico, que también va contra él y su tiranía. La paz no puede basarse en el desconocimiento del peligro, sino en su neutralización por métodos pacíficos Los millones de personas que van a las manifestaciones pacifistas reivindican lo mismo, pero no todos por los idénticos motivos. Pese a ello, a los inevitables fogonazos de demagogia oportunista, los gobernantes no pueden obviar el clamor del pueblo, ni tampoco prescindir de su deber de defenderlo de los peligros que lo amenacen. En fin, son tiempos confusos, donde la verdad se esconde debajo de las piedras. El pueblo español grita no a la guerra, porque le duelen los ojos de llorar a las víctimas de Eta, porque quiere seguir siendo pueblo. Pero se mueve por sentimientos e intuiciones, a otros les corresponde levantar dichas piedras y mostrar las verdades escondidas. Las guerras nada enseñan en su macabro ciclo de eterno retorno.

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