Stalin

Cincuenta años de la muerte de Stalin. Afortunadamente, a la propia estadística del horror le cuesta superarse a sí misma. El PCUS, en su congreso de 1956 concluyó que con Stalin se había caído en el culto a la personalidad, que es una forma fina de denominar al peloteo vil y mesiánico; en el culto a la personalidad y al gatillo. Claro que el primero en estar encantado de haberse conocido fue el propio Stalin. En la Historia abundan los grandes egos, que rara vez son además grandes personalidades en una dimensión ética. Si metes en la coctelera unas gotas de complejos ocultos, un chorrín de odio al mundo, el tesón de las bestias, una sociedad que ha perdido su autoestima, y lo agitas todo bien... tendrás un líder carismático. También, claro, un millón de muertos mínimo, que en casos como el de Stalin viene a ser un aperitivo antes de ponerse realmente a ello. Lo importante no es estar en los libros de la Historia, sino cómo y por qué se está. El stalinismo fue un aberración que causó millones de víctimas, entre ellos un amplió número de los oficiales soviéticos que participaron en nuestra contienda. En el culto a la personalidad cayeron también el franquismo, nazismo, fascismo y el castrismo. Y el régimen de Sadam Huseín. Nuestros comunistas tardaron un poquitín en darse cuenta de qué iba realmente don José. En esos años de despiste se cometieron algunos crímenes y algunas invasiones, qué se le va hacer, así es la historia, te descuidas y te saca los tanques a invadir Hungría. Cuando todo ha pasado es fácil preguntarse ¿cómo pudo suceder? Y no hay que perderse en la noche de los tiempos, el siglo XX está plagado de situaciones que hoy nos parecen realmente prediluvianas y ocurrieron ayer. Sin ir más lejos, aquí en León hubo un sindicalista que brindó a la salud del éxito del golpe contra Gorbachov. ¿Brindará en estos días en recuerdo de Stalin?