Diario de León

Brigadas internacionales Valencia de Don Juan y los «forasteros» Correos y la velocidad

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Desde el día quince de febrero, el comité de solidaridad con la Causa Árabe, ha puesto en marcha las «Brigadas Internacionales contra la Guerra de Irak», a las que se ha dado el nombre de «Mohammad Belaidi», mecánico argelino, socialista árabe que participó como brigadista en la Guerra Civil española, donde encontró la muerte. Estas brigadas se relevan de semana en semana, con la posibilidad de permanecer, quién así lo desee, más tiempo en Irak. ¿Por qué ir de brigadista a Irak? Por una parte, nunca estuvieron tan claras las razones de una guerra, el control del petróleo iraquí, el control de la región del Oriente Medio. Es la culminación del proyecto yanqui-sionista que está diseñando desde por lo menos mediados del siglo pasado y que tanta y tanta sangre palestina ha derramado. Por otra parte, el pueblo iraquí ha sido vanguardia en la lucha anticolonial y republicana, en la liberación nacional y social árabe, y el primero que se atrevió a nacionalizar sus riquezas petrolíferas, y vanguardia también en la defensa de la causa del pueblo palestino. Y eso es lo que no se le perdona. Una tercera razón, consecuencia de las anteriores, es que es el país de la zona llamado a liderar el mundo árabe, pues es el referente de los pueblos árabes en su lucha antiimperialista y por extensión, antisionista. La cuarta razón, es el sufrimiento del pueblo iraquí a lo largo de más de doce años de embargo y bombardeos continuos. Por estas razones y por lo que los españoles que defendieron la república deben a los Brigadistas Internacionales, es por lo que se han organizado estas Brigadas. En la que partió el día 9 de Madrid hacia Bagdad, integrada por unos 32 activistas, viaja la que suscribe, Ana Rodríguez Alonso, militante del PCE de León y del Comité de Solidaridad con la Causa Árabe. Ana Rodríguez Alonso (León). El mes de mayo de 2003 está a la vuelta del camino. En Valencia de Don Juan se volverá a producir lo de siempre, salvo raras excepciones, en torno a las cabezas de lista de distintas opciones que pugnen por conseguir el puesto de regidor del municipio. Se volverán a presentar candidatos que si bien figuran en el censo, no ahondan sus raíces en suelo coyantino. Parece que el destino tiene marcada a esta localidad, en relación con otras, con el sello inhibitorio de los hijos del pueblo, de la genuina raza de esta tierra. Y este hecho no es constatable sólo hoy en día; se dio ayer e, incluso, durante el anterior régimen y en el periodo de transición política, salvando el corto periodo de gobierno de José María Alonso Alcón. El dicho «este home no es del poble» o «esti no ye desta parroquia» no se oye entre las gentes de Valencia de Don Juan. A mí se me antoja pensar que desde la república y especialmente tras la nefasta suerte de la última corporación del 36 con Clementino Díez González a la cabeza, las familias coyantinas con raíces ancestrales en este suelo se alejan de la responsabilidad de su autogobierno. A excepción del llorado Indalecio Pérez, desde el advenimiento de la democracia a España, los alcaldes nos vienen de fuera y bienvenidos sean con sus derechos de ciudadanía al ser votados por sus convecinos en las urnas. Por aquí ha pasado, para gloria de este pueblo, el riojano Alberto Pérez Ruiz y por aquí pasa y se pasea el velillense Juan Martínez Majo y ambos pisando los despachos de la Diputación Provincial con alto rango político. Nadie hasta ahora se ha rasgado las vestiduras, nadie les ha moteado de intrusos en la casa consistorial. Nunca, hasta este gobierno actual del PP, había tirado la primera piedra para lapidar al forastero munícipe. Pero ahora se levantan voces contra el primero, ya defenestrado, desde la propia tribuna del consistorio con lindezas como ésta: «marcha de aquí; véte a tu pueblo, forastero», como si de una película del oeste americano se tratara. Bernardino Gago Pérez (Valencia de Don Juan). Mario R. Llama a nuestro periódico para emitir una queja contra la oficina de correos de León. «Correos ha comenzado una campaña de propaganda, con gran despliegue en determinadas televisiones, para dar a conocer su nuevo sistema de clasificación que permite que las cartas lleguen a su destino en menos de 24 horas. Hasta ahí todo perfecto. El problema surge cuando al llegar a la oficina de León se tarda más de 30 minutos ante el mostrador de entrega porque una brillante mente pensante ha decidido reducir el personal y cerrar los puestos. Todo esto si no se trata de un minusválido o un padre con un carrito de bebé para los que, por supuesto, no hay rampa de acceso. Gracias Correos por facilitar tanto las cosas».

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