Diario de León
Publicado por
Rafael Torres
León

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Desvelada la estructura molecular del ADN hace ya cincuenta años, recién completada la secuencia del genoma humano, en marcha la clonación, el uso de células madre y los más sofisticados métodos de reproducción artificial, podría suponerse que el Ser Humano está en condiciones, al fin, de ver cumplido su viejo sueño: Crear la Naturaleza, ser Dios en suma, y no sólo un hijo que se le parece. Sin embargo, no conviene engañarse: No será el Ser Humano el que acceda a ese podium creado reservado hasta hoy a sus dioses, sino sólo algunos Seres Humanos, aquellos que trabajen para los poderosos, en cuyos laboratorios y no en ningún otro sitio, se fabricarán los monstruos o las píldoras de la Eterna Juventud en las que una Ciencia alejada de su misión primordial, explicase la vida para usarla mejor, podrá corromperse definitivamente. Si hoy los laboratorios farmacéuticos de Estados Unidos dedican el 90 por ciento de sus inversiones y de su producción a curar las enfermedades de sólo el 10 por ciento de los habitantes del planeta, ¿qué no harán los incipientes dispensadores e órganos, los dueños de las granjas de cuerpos? Si la vacuna contra la Malaria, enfermedad que mata a una persona (pobre) cada 15 segundos, no se comercializa porque es muy barata, si las patentes de miles de medicamentos económicos y eficaces se pudren en los cajones de las multinacionales del ramo para no fastidiarles la venta de otros específicos peores pero más rentables. ¿Cómo creer que la manipulación genética, inevitablemente en manos de mercaderes, puede contribuir a la felicidad del Hombre? Allí donde la Justicia, el Progreso y la Educación están ausentes, poco importa realmente que los privilegiados se puedan ir cambiando los trozos del organismo que se les apochan. Antes se vislumbra, en cambio, el sueño del capitalismo que el del hambre: una casta humana realmente inferior, de verdaderos esclavos.

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