Diario de León

CRÓNICAS BERCIANAS

El camino de las estrellas

Ponferrada

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ME HAN CONTADO algunas lenguas viejas que un polvo de estrellas ha guiado siempre a los peregrinos más atormentados de entre todos los que caminan a Santiago. Si esas lenguas encerradas en la boca de las leyendas y los filandones fueran capaces de leer los periódicos estos días, interpretarían como una señal del cielo que un ingenio humano bautizado con el nombre de Stardust haya sido capaz de tocar la cola de un cometa al comienzo del Año Santo y esté siguiendo su estela para recoger muestras de las partículas que los torrentes de radiación del sol desprenden de su superficie. Dicen en los periódicos y en los telediarios que ese cometa ya fue testigo hace 4.500 millones de años del nacimiento de nuestro sistema solar, y que las muestras que recogerá la cápsula Sartdust nos ayudarán a saber algo más de nuestro universo y del principio de los tiempos. Y de nuevo me parece una señal que la nave alcance al cometa tres días antes de la Epifanía del Señor, de la noche en que los Magos llegaron de Oriente siguiendo una senda marcada en las estrellas para ser testigos de otro nacimiento. Así que cuando leo en las páginas de Sociedad de este diario que la Sartdust ha sido capaz de recorrer 390 millones de kilómetros hasta alcanzar el cometa, empiezo a imaginarme que con la Puerta del Perdón, recién abierta en la iglesia de Santiago de Villafranca del Bierzo para señalar el comienzo del Xacobeo, también se ha abierto una puerta a las estrellas. Y que el umbral de lo desconocido está más cerca de lo que creemos de nosotros mismos. Y entonces se me va a la olla de verdad, que diría un castizo moderno, y encuentro más paralelismos entre la exploración espacial, la avalancha de peregrinos que el Xacobeo traerá a Ponferrada -cien mil en todo el año calcula el alcalde- y estas fechas de Navidad. Me da por pensar que es un triste contraste que la nave que también acaba de posarse en Marte tenga de nombre Espíritu, cuando la Navidad de nuestros días se ha convertido en algo frívolo, en una cita anual con el consumismo y con hipermetraje de las tres partes de El Señor de los Anillos , y cuando muchos de los peregrinos caminarán vacíos a Santiago este año. Y para rematar la faena, me dicen mientras escribo esto que puede haber caído del cielo un objeto en el entorno de Cistierna y Riaño que bien pudiera ser un meteorito, y que los vecinos, alarmados, han escuchado un fuerte estampido. Así que me viene a la cabeza una incontenible moraleja que bien pudiera haber oído en la iglesia si todavía fuera a Misa los domingos; de nada sirve explorar el espacio, celebrar la Navidad o hacer el Camino de Santiago en Año Santo, si no nos exploramos a nosotros mismos. Debe ser que a mis años todavía guardo un rescoldo de la ilusión que me despertaba la Navidad siendo niño, o que los turrones se me han atragantado y me están poniendo místico. Si sigo escribiendo, seguro que aún me pongo más pesado y acabo diciendo que he visto al fantasma de las Navidades pasadas en la cama del señor Scroogle.

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