Constitución de pocos

«LOS PRIMEROS en Europa» reza el lema elegido por el Gobierno español para animar a los españoles a participar en el referéndum de la Constitución europea. Faltan poco más de cien días para la consulta (20 de febrero) y, la verdad, es que el grueso de la ciudadanía es ajena al proceso. Es verdad que en Roma los jefes políticos de Europa han firmado el texto y que las imágenes de la firma han dado la vuelta al mundo, pero, en esencia, estamos ante un criatura de laboratorio, un fruto nacido fuera del calor y el color popular. Se nota en que si preguntas a la gente qué sabe de la Constitución, la respuesta mayoritaria es: que nada. La ven como lo que es: algo artificial en lo que no han participado. Y ese es el pequeño-gran drama, porque van, vamos, a ser consultados acerca de un texto que pasará a gravitar sobre nuestras vida y resulta que ni hubo debate previo, ni nadie pensó en el pueblo a la hora de encargarle al estirado Giscard d¿Estaing su elaboración. «Todo para el pueblo, pero sin el pueblo», podría haber sido la divisa del equipo de redactores de la futura «Carta Magna» europea. Hay que decir, en la parte que nos toca, que ni antes el Gobierno Aznar (cuyo interés por el proyecto no era indescriptible), ni ahora Zapatero (que pone las cosas en marcha pero que parece que se olvida de ellas tras hacerse la foto), han hecho hasta la fecha gran cosa para que los ciudadanos conozcan el proyecto. ¿Qué se nos va pedir, pues, el 20 de febrero? Pues lo de siempre: un acto de fe. Que demos por bueno lo que otros han cocinado.