Diario de León
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ANTONIO CASADO
León

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«CLARO que queremos adaptarnos a la Constitución, pero con nuestro propio criterio de constitucionalidad», oigo decir a un alto cargo de la Generalitat en vísperas del encuentro del president, Pascual Maragall, y el ministro de Administración Territorial, Jordi Sevilla, ayer en Barcelona. El portavoz del PSC-PSOE, Mikel Iceta, dice no entender las reticencias de Madrid frente al legítimo deseo de Cataluña de aumentar su autogobierno con el ejercicio de competencias que en ningún caso el Estado podrá quitarle (el famoso «blindaje») porque, razona, «al fin y al cabo la Generalitat también es Estado». El argumento es ideal para acceder incluso a ciertas competencias definidas en la Constitución como «exclusivas» del Estado. «El concepto de nación no tiene valor jurídico», me dice la vicepresidenta del Congreso y dirigente del PSC, Carmen Chacón, en una acalorada pero cordial conversación. Al propio Pascual Maragall le oigo decir, en un agradable encuentro informal del presidente de la Generalitat con periodistas, que «Zapatero, aunque leonés, y yo catalán, es tan republicano y tan federalista como yo». Y, en fin, por no seguir con los juegos de palabras, añado el último ejemplo, en boca del mismísimo presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero: «El concepto de nación es discutido y discutible». Todas estas frases, insertas en el vivo debate territorial que anuncia un otoño autonómico calificado por Alfonso Guerra de «constituyente», nos ilustran sobre la formidable capacidad del lenguaje para condicionar dicho debate. Una verdadera batalla de palabras en la que anda enzarzada la clase política cuando el borrador del nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña entra en su recta final. Palabras como «exclusivas», «excluyentes», «blindaje» (de competencias), «soberanía», «federación», «confederación», «nación», «nacionalidad», «déficit fiscal», «cuota de solidaridad», Constitución, Estatuto, etcétera, no significan lo mismo para quienes desean apuntalar el sistema (Guerra, González, Bono, por la izquierda; Rajoy, Mayor Oreja, Piqué, por la derecha) que para quienes sueñan con desmantelarlo antes o después (Carod, Otegi, por la izquierda; Ibarretxe, Artur Mas, por la derecha). Conviene reflexionar sobre la indolencia de los defensores del Estado respecto a la carga política que añaden unilateralmente a las palabras quienes sueñan con segregaciones territoriales. El riesgo es que pueden acabar explotando en las manos del legislador y en las nuestras, de tanto usarlas.

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